Hoy se arregla el mundo

Crítica de Carolina Taffoni - La Capital

Aprendiendo a ser padre

Después de dos años de postergaciones debido a la pandemia, finalmente se estrenó en los cines “Hoy se arregla el mundo”, la nueva película de la exitosa dupla que forman el director Ariel Winograd y el guionista Mariano Vera (“Sin hijos”, “Mamá se fue de viaje”). La insistencia de la productora Patagonik para que el filme llega a las salas y no derive en el streaming tiene una explicación muy lógica: a Winograd siempre le va bien en la taquilla (“El robo del siglo”, por ejemplo) y su cine está pensado y producido para ser popular y masivo. “Hoy se arregla el mundo” también está pensada para hacer reír y emocionar, y digamos que lo logra en gran parte de sus 112 minutos.

La familia (y sus múltiples acepciones) está otra vez en la mira de Vera y Winograd. El protagonista ahora es David “El Griego” Samarás (Leonardo Sbaraglia), un productor de televisión que ve como su programa estrella, “Hoy se arregla el mundo” (inspirado claramente en “El show del problema”), se viene abajo en el rating y pierde el visto bueno del canal. Egoísta, mujeriego y adicto al trabajo, David es padre de Benito (Benjamín Otero), un niño de 9 años con quien mantiene una relación intermitente y distante. Pero todo cambia súbitamente cuando la madre del chico (Natalia Oreiro) muere en un accidente y poco después El Griego descubre que en realidad él no es el padre biológico de Benito.

El director se apoya en el formato de buddy movie (pareja dispareja en un viaje o aventura) para contar la historia del protagonista y Benito emprendiendo la búsqueda del padre biológico del chico, con las únicas pistas que pueden adivinar desde el celular de la madre. Así se encuentran visitando a un profesor de baile, un artista plástico, un gurú espiritual y hasta un payaso muy particular (la secuencia más lograda), todos vistos como posibles padres de la criatura. “Quiero que quede bien claro: el papá no se elige, es el que te toca”, le dice El Griego a Benito, una máxima que será puesta a prueba en el transcurso de la película.

La buena química entre Sbaraglia (un actor brillante que ha incursionado poco en la comedia) y el niño Benjamín Otero sostiene el timing de la comedia incluso cuando el guión no alcanza. Sbaraglia maneja los cambios de tono con una precisión envidiable, y el chico expresa más con una simple mirada que cuando le toca repetir las ácidas reflexiones que le impone el libreto. El elenco (que incluye participaciones especiales de Natalia Oreiro, Soledad Silveyra, Martín Piroyansky y Luis Luque, entre otros) también se destaca, y una mención aparte merece la humorista Charo López (en el papel de una coach en educación con reglas poco ortodoxas), que acá debuta en la pantalla grande.

Si bien algunas subtramas de la película no suman (la referida al programa de televisión, por ejemplo) y la narración se torna algo rígida, se agradece la apuesta permanente de Winograd a la comedia, un género difícil que, sin embargo, todavía puede funcionar a nivel popular.