Hotel de la amistad

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Documental que reconstruye en primera persona la historia de una familia argentino-uruguaya que vivió en la China de los años ’60.

La familia Doudchitzky se embarcó en un viaje cuyo destino aun hoy resulta exótico: China. Ni hablar de lo que significaba ir hasta allí en 1963, justo en la previa de la Revolución Cultural que marcaría el puntapié inicial para que aquel país se convierta en la gran potencia del mundo que es hoy.

Aquella familia, timoneada por un padre profundamente convencido del comunismo y de su funcionamiento modélico en aquel país, se instaló en el hotel Ioipinwang, que en español significa “Hotel de la amistad”, donde vivieron cerca de media década, hasta 1968. Casi medio siglo después de haber vuelto, Pablo y Yuri, dos de los hijos, regresan al gigante asiático para reconstruir el recorrido de su padre e intentar comprender cómo fue el proceso social, político y económico de ese período.

Hotel de la amistad comienza como una suerte de diario personal, con el realizador Pablo Doudchitzky y su hermano y guionista Yuri contando los motivos del viaje. La idea es ir tras los pasos de algunos de los compañeros del padre en la Facultad en la que daba clases de español, además de sus niñeras y chóferes, contrastando los recuerdos con la realidad del presente.

Durante su primera parte el film parece empantanarse en los sentimientos contradictorios que envuelven a sus directores, convirtiéndose así en una experiencia menos cinematográfica que catártica. En su segunda mitad, en cambio, el relato toma ritmo y fuerza gracias a la decisión de utilizar ese marco personal para guiar la mirada sobre la reconstrucción de los hechos. Así, Hotel de la amistad va de menos a más, pasando de ser un ejercicio íntimo a otro en el que la memoria y la Historia se vuelven un todo indivisible.