Hotel de criminales

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Empecemos por las buenas noticias: después de cinco años, vuelve a estrenarse una película protagonizada por Jodie Foster (la anterior había sido Elysium). Y con un papel bastante potable: en esta distopía, ella es La Enfermera, la mujer encargada de atender a todos los criminales heridos que llegan al Hotel Artemis, una suerte de hospital clandestino para gente que necesita atención médica y pocas preguntas. Estamos en el año 2028: en Los Angeles hay enfrentamientos entre la policía y manifestantes que reclaman por la falta de agua. Pero el caos no impide que los delincuentes sigan trabajando. Y La Enfermera tiene que curarlos. La idea es bastante buena y el trabajo de Foster -avejentada para la ocasión- cubre largamente el básico estándar de calidad que se espera de ella.

Vayamos a las malas noticias: la película no termina de funcionar. Aunque al principio todo parece dispuesto como para llegar a buen puerto. Porque Everest, el ayudante de La Enfermera, no es otro que el carismático Dave Bautista (Guardianes de la Galaxia). Y porque las habitaciones del Hotel Artemis están ocupadas por huéspedes/pacientes lo suficientemente interesantes y diferentes entre sí como para sostener un conflicto potente. Pero no.

Casi todo sucede en interiores, al punto de que podría hacerse una obra de teatro a partir de esta versión violenta y retrofuturista de una novela de Agatha Christie. Cada personaje parece ocultar algo: los hermanos que acaban de robar un banco, atraco del que uno ellos salió malherido; la enigmática y atractiva extranjera (la argelina Sofia Boutella, ya toda una figura del cine de acción), que tiene una lastimadura menor; el bravucón insoportable.

La propia Enfermera también tiene un pasado misterioso. Y, como para agregarle más brillo al reparto y una mayor cuota de humor a la historia, también hace una aparición Jeff Goldblum. Pero ni así sale a flote Hotel de criminales.

Porque la falla está en cómo se establece el vínculo entre todos ellos. Las interacciones entre los personajes son forzadas, y si bien hay algunas situaciones cargadas de un suspenso que va progresando, y hay diálogos que intentan ser chispeantes e ingeniosos, en realidad se termina notando demasiado que todo se trata de una mera excusa para llegar a la acción pura y dura. Que es lo que el público de esta película seguramente va a buscar, pero los caminos para desatar ese clímax de piñas y patadas deberían haber sido otros.