Hotel de criminales

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Como odio cuando una gran película pifia el tiro de gracia en los cinco minutos finales. Como en la final de un mundial de futbol, donde el candidato está solo frente al arco, tiene un tiro limpio, uno contiene la respiración para gritar el gol con todos los pulmones… y el flaco la patea afuera. La sensación de frustración te apabulla. Eso es lo que pasa con Hotel Artemis, que arma el tercer acto con el desenlace que todos esperábamos… y después manda al garete la suerte de los personajes. No es redonda, no satisface y eso es algo terrible porque esta troupe de caracteres resulta fascinante. No, no es una versión futurista de un thriller tarantinesco, pero Drew Pearce (con méritos de guionista en Iron Man 3 y Misión Imposible: Nación Secreta) se le acerca bastante.

Ciertamente lo primero que uno piensa es que Pearce “copió” (por decir una palabra amable) toda la idea del Hotel Continental de la saga de John Wick: un hotel convertido en zona franca para criminales de todo el mundo y regido por sus propias reglas. El Hotel Artemis, en ese sentido, se parece bastante salvo que, en vez de ser un cuartel que provee de todo a los maleantes alojados (desde armas hasta papeles falsos, amén de un par de noches de sueño en paz, sin riesgo de ser baleado por la competencia), es simplemente un hospital clandestino de alta tecnología exclusivo para criminales. Hay que ser socio y ello implica pagar rigurosamente la cuota mensual, estar registrado, dejar las armas afuera y respetar la regla número uno que es no matar a los otros matones hospedados. Como esto es el futuro, el hospital es operado por una sola persona (Jodie Foster con maquillaje y gestos de anciana), una enfermera cuya vida quedó arruinada por una tragedia personal y que posee como compañía a Everest (Dave Bautista, cada vez mas delicioso como actor) el que hace tanto de auxiliar como de personal de seguridad.

En el Artemis confluyen toda una galería de criminales de alta gama y mala suerte: Sterling K. Brown como un ladrón al que le falló el golpe y la policía lo acribilló a tiros; una asesina a sueldo (Sofia Boutella, ya especializada en estos papeles de femme fatale) que tiene una agenda oculta; un traficante de armas bocón y provocador (Charlie Day, la peor elección de todo el casting) y el Rey Lobo (Jeff Goldblum, menos goldblumizado que de costumbre), que es el capo de toda la ciudad y es el que financia al Artemis así que tiene posición de privilegio para obtener un cuarto aunque el cupo esté lleno. El problema es que Brown tiene un tubo con 18 millones de dolares en diamantes que son del Rey Lobo, lo que automáticamente implica su sentencia de muerte. Para colmo la Foster tiene un arrebato de debilidad y decide asistir a una policía mal herida (Jenny Slate), la que era amiga de la infancia de su hijo pero cuya ayuda viola todas las reglas del Artemis habidas y por haber.

Salvo Day, el cast es formidable. Como esto es el futuro, hay impresoras 3D que hacen tanto armas como hígados (pregunto: si imprime un arma… ¿también fabrica la pólvora que precisan los cartuchos para ser disparados?), monitores computarizados de alta complejidad y una tonelada de remedios de avanzada como para dopar a una tropilla de elefantes. El drama es que, en este escenario distópico, la ciudad de Los Angeles está bajo estado de sitio ya que la única empresa privada que maneja la provisión de agua potable subió radicalmente los precios y, ante la protesta masiva provocada por la medida, decidió cortar el suministro, generando una revuelta infernal que amenaza con tumbar a toda la ciudad (¿no les suena demasiado real y cercano?; ¿por qué norteamericanos y europeos compran fuentes de agua dulce en distintas partes del planeta incluyendo Argentina?. Ellos saben algo que nosotros no, dice mi conciencia conspirativa). El Artemis está rodeado por manifestantes y fuerzas privadas de choque, y definitivamente no es la noche mas tranquila considerando que dentro del hotel también se están cocinando cosas siniestras.

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Estos personajes se sacan chispas, ya sea la Boutella y Brown (que tienen un pasado en común), y Bautista con la Foster, la cual está encerrada desde hace 22 años en el penthouse del hotel y usa a Bautista como su cadete para conseguir provisiones. Para colmo la Foster tiene agorafobia, así que cualquier intento de poner un dedo fuera del edificio la paraliza.

La acción es genial, los personajes son inteligentes y cuando aparece Goldblum las cosas se ponen espesas. También es cierto que algunas cosas salen de la nada o están cantadas, pero eso para mi no arruina una buena puesta en escena. El problema es que la batalla campal final está recortada y, cuando el humo se disipa y regresa la paz, el director / guionista Pearce no sabe qué corno hacer con los personajes así que los deja por ahí, sueltos, sin importarle mucho su suerte. Lo cual me parece un cachetazo al espectador, amén de robarle el momento orgásmico que venia esperando.

Aun con su desprolijo tercer acto, Hotel Artemis me resulta recomendable y tiene toda la pasta de ser una película de culto en potencia: fue un fracaso en la taquilla, es sofisticada y tiene su cuota de momentos memorables. Habrá que ver lo que dice la gente (no la crítica, que siempre opina cualquier verdura y nunca analiza con ojos de fan) con el paso del tiempo y cuando salga en video. A mi juicio, merece una revaloración mayor que el magro 58% que le dieron en RottenTomatoes. Por ahora, la agendo entre mis peliculas favoritas.