Hora - Dia - Mes

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Diego Bliffeld hizo su debut como director con la comedia “Linea de Cuatro” (actualmente disponible en www.cine.ar/play) y trabajó en la productora de Cohn- Duprat en “El hombre de al lado” y “Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo”.
Quizás sea por ese vínculo que hoy, su nuevo film, “HORA – DIA – MES” está justamente producido por “Televisión Abierta” de Mariano Cohn y Gastón Duprat, los hacedores de “El ciudadano ilustre” y la reciente “Mi obra maestra”.
El personaje excluyente del “HORA – DIA – MES” es Bernardo Talavera –Nardo- que durante la semana trabaja todo el día en un Garage que es a la vez su trabajo como su propia casa.
Duerme allí durante toda la semana y solamente los fines de semana, emprende viaje hacia la casa de su primo en el conurbano bonaerense, único momento de desapego: el estacionamiento es su lugar, su hábitat, su reino, su imperio.
La apuesta de Bliffeld es arriesgada. Conoceremos no sólo la rutina y las precisiones con la que Nardo maneja su trabajo y el cuidado de los autos, sino que además va apareciendo todo su mundo interno.
El dispositivo utilizado, es el de una voz en off que será un narrador absolutamente omnisciente, quien nos cuenta, con lujo de detalles, cada uno de los rituales del protagonista. Ese narrador no es otro que el escritor Marcelo Cohen, autor justamente de los textos a los que él mismo les presta su voz.
Entre lo más destacado de su obra se encuentran sus cuentos reunidos, por ejemplo, en “La solución parcial”, los relatos de “El fin de lo mismo” o sus novelas “En casa de Ottro” y “Donde yo no estaba”.
Sus textos han sabido instalarse en una geografía y en un uso particular del lenguaje, basados en la potencia de la construcción de un espacio imaginario que fue creando minuciosamente hasta llegar a su Delta Panorámico, un territorio imaginario, una conjunción de islas similares y diferentes a la vez, en donde instaló sus historias con diversos géneros, enfoques y miradas políticas y sociales.
El Garage, personaje tan necesario como Nardo en “HORA – DIA – MES”, también forma parte de esas geografías de las que Cohen construye y se apodera. Su texto va moldeando al espacio y al personaje con la misma fuerza, haciéndolos simbióticos, los dos se hacen uno.
Allí vemos a los clientes, los autos –a los que describe con una meticulosidad y un preciosismo delicado y exquisito-, la calle, las horas muertas y sobre todo, la llegada de la noche donde se permite plantear un espacio más onírico, diferente, casi deslumbrante y que da lugar a la ensoñación y al relato más cercano a aquellos universos paralelos que siempre plantea Cohen.
La apuesta donde casi el único recurso es el texto en off es arriesgada: tal como sucedió con “El origen de la tristeza” en donde el autor, Pablo Ramos, incorporó al film fragmentos de sus propios textos prestando su voz, en “HORA – DIA – MES” también ese recurso se vuelve (algo) tedioso.
Los textos de Cohen tienen una belleza literaria indiscutible, pero no siempre lo que funciona en el papel, con la cadencia de la voz que le pone cada lector, puede llegar a ser funcional en el ámbito de la pantalla grande.
El recurso innovador, creativo, inteligente, podría sumar en tanto y en cuanto la película no estuviese casi excluyentemente apoyada sólo en eso.
Uno quisiera conocer a Nardo por él mismo, desde sus propias notas interiores, y eso justamente no ocurre porque la voz en off lo ocupa todo, invadiendo incluso el espacio que se le puede asignar a los espectadores, de forma tal de que cada uno pueda construir su propio rompecabezas.
Cohen estructura textos con humor, con una cuota de delirio y sobre todo vuela mucho más aún en los momentos nocturnos, finalizada la jornada de trabajo.
La puesta de Bliffeld es austera, concreta, permitiendo un gran lucimiento de Manuel Vicente en un protagónico absoluto, sobre el que podría incluso pensarse que hubiese sido escrito pensando en su “physique du rol”.
Pero cinematográficamente, el texto se superpone con la imagen, sobreexplica lo que ya se ve e incluso llena de palabras algún espacio que podría haberse cimentado en lo visual, que aquí sólo aparece como complementando, en segundo plano, a la fuerza que le impone el discurso.
De esta forma, “HORA – DIA – MES” queda planteado como un interesante ejercicio de estilo, pero al que aún se lo percibe como falto de interés cinematográfico.
No todo lo que en la literatura funciona a la perfección, sirve para ser transmitido en cualquier otro ámbito artístico, peligro que deben sortear la mayoría de las adaptaciones de grandes textos literarios al cine.