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Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Hay trabajos que hace el ser humano que pasan desapercibidos frente a la vista de los demás. Están, existen, pero no son valorados como tal, sino que integran la constelación de personas que ayudan a otras para que vivan lo más tranquilos y despreocupados posibles.

Entre esos se encuentra Nardo (Manuel Vicente), quién es el encargado de un estacionamiento para autos. Su jefe confía ciegamente en él, así que nunca está presente en el garaje Alborada, enclavado en una calle tranquila de la ciudad.

El protagonista pasa sus días, de lunes a sábadom cumpliendo con su deber. Prácticamente vive allí. Duerme en un cuartito. La cabina donde cobra atiende a los clientes y guarda las llaves de los vehículos. Es su hábitat. Allí desayuna, almuerza y cena.

El director Diego Bliffeld diseñó un personaje a la medida de su intérprete. Es silencioso, respetuoso, pulcro, ordenado, lee revistas culturales. Pero cuando está en contacto con los autos se transforma. El garaje es su lugar en el mundo. Llegó allí por cosas de la vida, porque es un experto conductor, pero debe conformarse con lo que le tocó en suerte.

Detrás de esta historia sencilla, austera y bien contada, donde el director sabe lo que quiere y lo lleva a cabo, hay un relato que va explicando las vivencias de Nardo, su pasado, el presente, alternadas con reflexiones de vida y detalles de las prestaciones mecánicas, estilísticas y de confort de varios de los vehículos que tiene estacionados, encarnado en la voz en off de Marcelo Cohen.

Los años y la experiencia convirtieron al protagonista en lo que es hoy. Hace a medias lo que le gusta. No tiene vivienda propia. Su ex esposa ni siquiera le atiende el teléfono, etc. Parece anestesiado, los golpes no le duelen, el paso de las horas no los siente.

Técnicamente, el director utiliza muchos fundidos a negro para concluir una escena, como también en ciertas ocasiones que lo ameritan suena una música estridente y pegadiza para reforzar aún más la acción.

Este estreno, en la que narra una semana en la vida de Nardo, es una propuesta fuera de lo común pues lo interesante son sus días y sus noches, el trato y la interacción con los clientes, su amor por los vehículos motorizados, etc. Porque es una película en la que no hay conflictos visibles que modifiquen la metódica rutina, sino que los lleva internamente y eso lo convierte en más rico aún.