Hop: Rebelde sin Pascuas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Y sí. Algún día tenía que llegar una versión industrial del Conejo de Pascuas, leyenda de la que se conoce poco y nada. Y como ese poco y nada nunca se explotó más que para vender huevos de chocolate y roscas, las posibilidades son amplísimas, sobre todo para Hollywood. En este aspecto, la gente de Universal volvió a confiar en los dos guionistas que escribieron aquel hallazgo del año pasado que fue “Mi villano favorito” (2010), y que antes habían escrito “Horton y el mundo de los quién” (2008), ambas con un planteo interesante, o por lo menos con algunos temas para discutir entre líneas. Pero…el exceso de confianza puede jugar en contra, mi amigo, porque es evidente que para “Hop” sólo tuvieron que mirar un rato algunas películas sobre Santa Claus y dejarse llevar por el camino de lo obvio.

La historia arranca en el mundo real, con un chico que un día, desde la ventana de su dormitorio, ve llegar al Conejo de Pascuas y estacionar en el patio de la casa, con su, escuche: ¡huevo-trineo tirado por pollitos!

Luego de esta introducción, hay dos historias que se cuentan durante un rato en un montaje paralelo hasta que chocan (literalmente).

Una es la del conejito E.B., siglas en inglés para Easter Bunny, o sea Conejo de Pascuas ¿Vio? Le avisé que tomaron el camino obvio. ¿Quiere más? ¿Adivine en qué isla vive? ¿Una ayudita? Bueno, descubrimos que bajo una de las gigantes cabezas de piedra funciona una gran fábrica de golosinas.

La cuestión es que un día en esa isla, cuyo nombre usted ya adivinó, Papá Conejo (lo llamo así porque ni nombre tiene este personaje) le muestra a E.B. la enorme fábrica de huevos de chocolate, en una escena muy parecida, conceptual y estéticamente, al comienzo de “Charlie y la fábrica de Chocolate” (2005). Mientras le explica su destino de repartidor, el pequeño se resiste a tener que andar llevando huevos para todo el mundo. No. El sueña con ser baterista en una banda de rock (¡¿?!), en tanto Carlos, un pollito gigante, cansado de ser segundón, frustrado en la posibilidad de heredar el titulo de Conejo de Pascuas, y con ello el poder que eso implica, comienza a planea un golpe de estado

Por otro lado, en el continente, está Fred, muchacho de familia adinerada que tiene pocas cosas en claro, además de pocas luces. Contrario a papá, mamá y hermana, él no sabe bien qué hacer con su vida y anda deambulando de trabajo en trabajo.

Diez años después a la acción antes descripta, al regreso de uno de estos trabajos, Fred atropella con el auto a E.B. quien se había escapado de su destino para demostrar que un conejo-baterista también puede triunfar.

Hilando muy fino podría decir que ambos, siendo de mundos distintos, están sufriendo los cambios propios de la edad y tienen miedo a crecer; pero como el guión nunca profundiza en serio sobre esto puede ser que el que tenga buenas intenciones sea yo.

Fred lleva a su casa al herido y lo cuida hasta que descubre que éste es el Conejo de Pascuas, que para ser conejo se mueve muy humano y que además puede hablar (y tocar percusión). Así que decide ayudarlo a triunfar llevándolo a un casting organizado por David Hasselhoff (que hace de sí mismo).

E.B. está en el buen camino, y Fred también porque de repente se ilumina y se da cuenta de que su vida es la de ser Humano de Pascuas y hacer la repartija para lo cual es E.B. el que lo ayuda. Ahí nos enteramos de que para ser “huevopascuero” (si me permite el término) hay que entrenarse haciendo pesas y carreras de obstáculos (¡¿?!)

Luego ambos tendrán su momento de revelación que los lleva a madurar, pero para ese entonces la historia es tan poco sustentable que probablemente los únicos que la pasen bien sean los chicos más chiquitos.

Nosotros, padres, nos vamos a quedar toda la película pensando en una situación que ocurre al principio: Papá Conejo le dice a su hijo que es re-lindo recorrer el mundo con la misión de hacer a los chicos felices, pero éste se lo cuestiona señalando a China en el mapamundi. Se inserta una escena y se lo ve a Papá Conejo corrido a escobazos por una señora de ese país. Papá reflexiona y le dice a E.B.: “Si, todavía no hemos corregido a China”.

Ahí tiene. Ya puede discutir con su hijo de 6 años sobre cine, política y religión a partir de una sola escena. Injustificable, por cierto, teniendo en cuenta que no hay una sola mención a la pascua cristiana, ni nada que tenga que ver con la religión.

“Hop” combina acción común con animación tipo Garfield, muy bien lograda, al igual que en todos los rubros técnicos, con una mención especial a la compaginación que, pese al guión, se las arregla para entregar un producto medianamente bien terminado por el realizador Tim Hill.

Yo me quedé con las ganas de ver algo más creativo, pero para los chicos funciona. ...Disculpe, voy a ver si mi conejo vino con sorpresa dentro.