Hombres de negro 3

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

El que volvió sin que lo llamen…

1997. Cuando empezábamos a recuperarnos de la destrucción alienígena en manos del desastroso Roland Emmerich con Día de la Independencia, aparecieron Spielberg y Barry Sonnenfeld para encontrarle una vuelta de tuerca al género de invasiones extraterrestres y de paso darnos una respuesta a la verdadera razón por la que nunca vimos un ET caminando entre los humanos. Los “Hombres de Negro” nos estaban protegiendo.

Alegoría política acerca del miedo a lo extranjero y la inmigración, sátira militar canchera, ingeniosa comedia de ciencia ficción que parodia a las obras clase B de los años ’50, la primera entrega de esta saga era fresca, entretenida y divertida. Tenía algunos giros y gags bastante ingeniosos y se burlaba de algunas celebridades. Además, la química entre Tommy Lee Jones y Will Smith funcionaba muy bien.

2002. Se esperaba ansiosamente esta secuela. Sonnenfeld había demostrado que era un realizador ingenioso. Su talento para la comedia absurda y surrealista estaba impreso en las dos entregas de Los Locos Addams y además en la adaptación de la novela de Elmore Leonard, El Nombre del Juego. Sin embargo, el éxito no estaba garantizado. Su anterior obra, también con Will Smith, Las Aventuras de Jim West (decepcionante trasposición de la serie Wild Wild West) había sido un fracaso. Por lo tanto, cuando estrenó Hombres de Negro 2, se esperaba que el realizador, lograra retomar la línea de sus primeros trabajos.

Pero no fue del todo así. Sin haber sido un total desastre, la secuela aportaba muy poco a la primera parte. El problema radicaba en un guión defectuoso con pocas sorpresas e ingenio. Solamente se destacaba la escena inicial (tributo al cine clase B de Ed Wood) y las dos últimas escenas, donde los personajes se burlaban de la ignorancia terrestre.

2012. El regreso de Hombres de Negro parece más bien una excusa para levantar un poco las carreras de Sonnenfeld y Will Smith, que en los últimos años estuvieron alicaídas. Por suerte, a Tommy Lee Jones nunca le faltó trabajo (como director a actor) lo que confirma la gran estatura y versatilidad artística del tejano.

Tras pasar por las manos de notables guionistas como David Koepp y Jeff Nathanson (habituales colaboradores de Spielberg), el texto lo terminó firmando Etan Cohen, especialistas en comedias como Una Guerra Película. El resultado final, si bien es superior a la anterior entrega, es un poco decepcionante.

Si bien es irreprochable que la narración es fluida y la acción, constante, el paso del tiempo ha hecho su trabajo, y como sucedía en la cuarta parte de Indiana Jones, el humor que en 1997 era efectivo, en esta entrega parece forzado y remilgado. Ya en el final de Hombres de Negro 2, Sonnenfeld que se caracterizaba por aportar un gran nivel de cinismo e ironía constante a sus películas, empezaba a dar muestras de agotamiento y adicionó una cuota de sentimentalismo medio cursi, que generaban como resultado un producto conservador. Este aspecto se incrementa en esta tercera parte.

Boris, el Animal (Clement, destacado actor de El Vuelo de los Concord) es un extraterrestre que escapa de una prisión en la luna y vuelve a la Tierra para viajar al pasado y matar al Agente K (Jones, de reducida participación en esta entrega para destacarse) para que en el presente los habitantes de su planeta, puedan invadir el nuestro. Ante la desaparición de K, el agente J (Smith, funcionando en piloto automático con sus primeros trabajos) debe viajar a 1969 para que impedir que Boris mate al K joven y no se produzca la invasión actual. Para esto cuenta con la ayuda de un benévolo alien, Griffin, capaz de visualizar constantemente variados futuros al mismo tiempo. Con la aparición de estos personajes, la película toma un poco de vuelo, no tanto por la complejidad de los mismos, sino por las notables interpretaciones de Josh Brolin, imitando a la perfección cada expresión facial de Tommy Lee Jones, el acento sureño, el modo de hablar y aportando calidez y humanidad al personaje, y de Michael Stuhlbarg (Un Hombre Serio, Hugo Cabret), respectivamente, que demuestra nuevamente que es un actor con herramientas suficientes para robar escenas. Las expresiones faciales de este simil extraterrestre son divertidas, porque el personaje es sencillo, y Stulhbarg lo convierte en “adorable”.

Sin embargo, en cambio, se extraña el aporte humorístico de Frank, el perro (bastante homenajeado igualmente) y de Z, a cargo de Rip Torn (octogenario y preso en la vida real).

Desde el principio los Hombres de Negro se despiden de este personaje esencial, para la saga. Este tono funerario estará presente en el resto de la película. No solo es sentimentalismo, sino también melancolía. El humor parece haberse perdido en el camino.

Tras la presentación del personaje de O (la nueva jefa, a cargo de Emma Thompson, en un rol bastante desaprovechado), se desarrollan un par de escenas de acción, pero el ingenio que caracterizó a la primera parte, empieza a encontrarse a partir de que J viaja a 1969. La transición temporal se utiliza como sátira de diversos momentos de la historia estadounidense. A partir de que se encuentra con K joven, la película comienza a levantar y se suceden diversas secuencias que cuentan con varios gags efectivos, especialmente aquellos donde se manifiesta el racismo de la sociedad de 1969.

Sonnenfeld se ata a íconos de la cultura cómic y serial de la década para inspirarse a la hora de crear nuevos extraterrestres. Una forma de homenaje, acaso, a los dibujantes de la época. Se van sucediendo algunas escenas que provocan mayor risa que otras, especialmente la secuencia dentro de “La Fábrica” de Andy Warhol, en donde se satiriza al creador del Pop Art, gracias a un gran trabajo del comediante Bill Hader.

Pero sobre el final, la película empieza a apagarse, se torna nuevamente cursi y sentimentalista, predecible y le falta una idea ingeniosa para darle el cierre. Justamente, las escenas finales de las anteriores entregas eran brillantes, pero a esta le falta esa chispa de creatividad y sorpresa que caracteriza de por sí al cine de Barry Sonennfeld.

Aun siendo un producto mejor que la media de obras de ciencia ficción que se estrenan en las salas cinematográficas, Hombres de Negro 3, deja un sabor agridulce, como que en estos diez años se perdió la magia: el humor, la ironía, la química entre Jones y Smith, la conciencia de ser un producto clase “B”. No se necesitaba una tercera parte. Aunque, estaría bueno que haya una cuarta entrega capaz de devolver el ingenio y cinismo a estos “hombres” que defienden el planeta de la escoria del universo.