Hombres de mentes

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El rey de la comedia

El secreto mejor guardado del Ejército: George Clooney, ahora con poderes psíquicos...

Mira fijo. Parece como poseído, pero no lo está -o si lo está, no es por un demonio sino por una obsesión-. Sentado ante una cabra, el personaje de George Clooney la mira a los ojos. Fijo. Y logra su objetivo: la cabra cae redonda. Muerta. Creer o reventar.

En Hollywood los conflictos bélicos dan para todo, si se observa el protagonismo estadounidense en territorios lejanos y ajenos con una mirada irónica, desde sátiras como M.A.S.H. o esta Hombres de mentes, que demuestra cómo es posible reírse de cuestiones bien serias, desde la óptica algo deformante del absurdo.

Porque en Hombres de mentes no hay un solo personaje que pueda pasar una revisación psicológica para ingresar al Ejército... o a cualquier trabajo. Ewan McGregor es un periodista que, abandonado por su esposa, decide probar suerte como corresponsal de guerra. Le encantaría ingresar a Irak, pero no lo logra, hasta que conoce a Lyn Cassady (Clooney), quien estaría trabajando para una compañía con intereses en la región. Poco a poco el absurdo va ganando espacio, cuando se sepa que el Pentágono, hace varias décadas, se dejó convencer por un hippie (Jeff Bridges) y creó la New Earth Army, una compañía que a través de la parapsicología cree convertir a sus soldados en guerreros mortales, capaces de atravesar paredes, disipar nubes y. matar cabras con sólo mirarlas.

Cómo se fue forjando ese experimento militar en el pasado, con Clooney soldado, con un peinado ridículo y bigotes es uno de los momentos mejor logrados por el director Grant Heslov, amigo de Clooney desde hace más de 30 años y guionista de su película Buenas noches, y buena suerte. También es cierto que Bridges y Kevin Spacey (un envidioso recluta en su momento, que guarda un as en la manga en el presente) juegan papeles paródicos y no desentonan en ningún momento.

Pero los mayores aplausos se los llevan Clooney y McGregor. El astro de El amor cuesta caro consigue entrar en confianza con el espectador, que sabe que todo lo que dice Cassady suena raro, bien raro, pero le cree. Clooney es como un amigo allí en la pantalla, al que seguirle la corriente. Y McGregor, que lleva el rol del narrador, es la cara de la sorpresa, la duda eterna, el no saber dónde se está parado.

Desopilante en más de un momento -el accidente en el desierto, las pruebas a las que se someten los soldados en el pasado y el de-senlace propiamente dicho-, Hombres de mentes es una comedia que va creciendo como una bola de nieve. Entre lo ilógico, lo cínico y lo adrenalínico, Clooney demuestra que, cuando se lo propone, puede ser el rey de la comedia.