Hombres de mentes

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

El silencio de las cabras

La insólita Hombres de mentes (The Men Who Stare At Goats, 2009) es una rareza absoluta dentro del Hollywood contemporáneo, otro de esos caprichos derivados del espíritu inconformista y extremadamente lúdico de George Clooney: sólo porque el actor da el visto bueno pueden ser producidas películas tan descabelladas como la presente. Aquí se unen con naturalidad la comedia satírica, el drama bélico y la acción de carácter testimonial, todo en un combo que se pasea por distintos tópicos vinculados a la crisis de identidad, la frustración política, el desarrollo armamentista y la reciente invasión norteamericana a Irak.

Así nos topamos con la historia de Bob Wilton (Ewan McGregor), un periodista que abandonado por su esposa decide marchar a Medio Oriente para probar su valía como hombre. Allí por casualidad se encuentra con el singular Lyn Cassady (Clooney), quien le comenta que está en una misión secreta relacionada con el “Ejército de la Nueva Tierra”, una organización castrense especializada en toda clase de destrezas paranormales. Interesado en la vida de este “espía psíquico”, Wilton lo acompaña en su derrotero por el desierto y de a poco descubre los orígenes de esta bizarra cofradía de tendencia pacifista.

Haciendo alarde de una estructura dividida, el film desarrolla por un lado las accidentadas aventuras del par de guerreros mentales y por el otro se sumerge en una incesante catarata de flashbacks para describir al “autor intelectual” del grupo, Bill Django (Jeff Bridges), y el principal enemigo interno, el sádico Larry Hooper (Kevin Spacey). Si sumamos las participaciones de Robert Patrick y Stephen Lang, queda claro que con semejante elenco las expectativas son bastante altas: lo curioso del caso es que la propuesta se mantiene lejos de cualquier solemnidad y abraza en cambio una bienvenida alegría lisérgica de tono hippie.

Con algunos detalles muy astutos que recuerdan a las obras de los hermanos Joel y Ethan Coen, el realizador Grant Heslov, colaborador habitual de Clooney, aprovecha el hilarante guión de Peter Straughan sobre un libro de Jon Ronson para construir un retrato sencillo aunque eficaz del cinismo, la brutalidad y la apatía de una humanidad que parece condenada a repetir siempre los mismos errores. Clooney se luce buscando la redención por el asesinato de una cabra, Spacey representa la traición de los ideales de antaño y Bridges entrega otra genialidad retro en la línea de El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998).