Hombre irracional

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El crimen ferpecto

Woody Allen, aterriza en estas playas en su cita anual, esperada por sus seguidores y a la expectativa de sus detractores con su última producción.

Presenta tal como lo hiciera en “Crímenes y pecados” (1989) o “Match point” (2005), un nuevo homenaje a su querido escritor ruso, Fiódor Dostoievski.

Aunque “Hombre irracional” no es una adaptación literal de la novela “Crimen y Castigo”, es algo más, el genio neoyorquino eleva la apuesta, desarrolla alguna otra idea, bastante alejada a la moral de implícita en la novela, no obstante ambas obras parten de la proposición que es ineludible realizar ese crimen para mejorar su vida personal, en este caso recuperarla.

El personaje de Joaquin Phoenix, Abe, es un escritor famoso, todo un filosofo, hombre tan brillante como entristecido, en un estado de pasividad que lo abruma, no puede escribir, esta bloqueado, decide entonces aceptar ser el profesor de filosofía de una universidad no muy conocida, alterando la vida de todos en general y de dos mujeres en particular.

Rita Richards (Parker Posey), una colega en busca de compañía que espera olvidar con él su horrible matrimonio, y la de Jill Pollard (Emma Stone) su mejor estudiante, una joven perspicaz que considera tener toda la autonomía para disponer sobre su vida y su deseo, de novia con un joven compañero de facultad, termina subyugada, seducida por el galardonado visitante, y no se detendrá hasta invertir su rol, ella será quien lleve a la cama al profesor.

Todo cambia cuando ambos, Jill y Abe, son testigos de una conversación ajena en la que están involucrando a un juez que por conveniencia no cumple con sus funciones de manera proba, situación que induce a nuestro antihéroe a cometer acciones que lo trasladen hacia su propia redención.

Los personajes, tanto de “Crimen y Castigo” como de “Hombre Irracional”, están beneficiados por pensarse como hombres íntegros, poseer una capacidad comprobada de formular juicios incuestionables, para de esa manera justificar sus acciones.

Pero Woody Allen le agrega otros ingredientes que están puestos en las formas que el personaje planifica sus acciones, lo que parece hacer alusión al escritor ingles Thomas De Quincey (1785-1859), autor de la obra “Del asesinato considerado como una de las bellas artes, y de quien el propio Jorge Luis Borges se enuncie como uno de sus deudores.

En esta nueva obra de Allen sobran las discusiones sobre ética y moral, un primer tercio del filme atestado de referencias filosóficas a Kant, Kierkegaard, Heidegger, asimismo hay varias indicaciones sobre la influencias de Simone de Beauvoir sobre el pensamiento femenino actual, lo que vendría a atenuar la presentación un poco misógina del universo femenino.

El relativismo de “lo bueno” y “lo malo” en un filme con diálogos muy del autor, sustentado además por las muy buenas actuaciones, sabiendo que, si bien no es de lo mejor de Woody Allen, cumple con las expectativas.