Hitman: Agente 47

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

¿Desea guardar la partida?

Desde el fiasco de Super Mario Bros. (1993) hay un concenso tácito de que no se puede hacer una buena película si se la basa en un videojuego. Casi siempre los guionistas terminan “alquilando” la iconografía del juego, creyendo que con eso basta, y plantándola en una historia tan indigna de la pantalla grande que nadie la vería si no fuera por el reconocimiento de marca.

La marca en este caso es “Hitman”, una serie de juegos construidos entorno al sigilo y la estrategia que ponen al jugador en la piel de un asesino profesional y le desafían a que cumpla con su objetivo de la forma más prolija y discreta posible, orquestando “accidentes” irónicos (el humor negro siempre está presente) y minimizando el daño colateral. Al final de cada misión el juego califica al jugador en base a su desempeño, en un rango que va de “psicópata” a “profesional”.

Hitman: Agente 47 (Hitman: Agent 47, 2015) se saca “psicópata”. Es una de las películas más descerebradas y violentas que jamás se inspiraron en un videojuego, a la altura de la progenie de Uwe Boll. Toma dos o tres elementos del juego que supuestamente la inspiró, hace un par de guiños malhumorados a los fans y el resto es básicamente una película de acción de serie B, con retoques digitales mediocres y un elenco de actores anodinos interpretando personajes anodinos. Qué frustrante que los guionistas tengan todos los elementos para hacer una película ingeniosa y absurda, a lo grindhouse, y saquen en limpio algo tan soso.

El protagonista es Agente 47 (Rupert Friend), un asesino genéticamente alterado para tener la precisión y competencia marcial de cualquier otro héroe de acción, quien recibe la misión de dar caza a los científicos que lo crearon y a una mujer misteriosa, Katia (Hannah Ware). Resulta que Katia viene de la misma calaña clónica que 47 y también tiene superpoderes que rallan lo psíquico. Cuando unen fuerzas salta un tercer übermensch, Smith (Zachary Quinto), quien se convierte en el villano de la película.

La película se convierte en una serie de peleas y persecuciones sin ton ni son entre tres personajes superpoderosos y en la práctica inmortales, apenas distinguidos por el hecho de que son interpretados por distintos actores.El guionista es Skip Woods, el mismo que escribió la primera Hitman (2007), la cual no impresionó a muchos cuando salió pero al lado de la nueva iteración de “Hitman” es una obra maestra. Al menos Timothy Olyphant daba la impresión de estar interpretando a un personaje con más de una dimensión, y sus interacciones con Olga Kurylenko eran divertidas. También había cierto ingenio en la construcción de la intriga política. Hitman: Agente 47 tiene como mucho, a su favor, un resabio “trash” que seguramente entusiasmará a los amantes de todo lo “tan bueno que es malo”.

¿Por qué no se puede hacer una película interesante basándola en un juego? Quizás haya algún tipo de cepo sobre la propiedad intelectual de las compañías de juegos que prohibe a los guionistas desarrollar a los personajes más allá de uno o dos atributos, no sea que arruinen su imagen pública. La unidimensionalidad es inhumana, y sin un personaje humano nunca van a poder producir un conflicto dramático interesante, guiado por carácter en vez de acción circunstancial.