Hitchcock: el maestro del suspenso

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

La sombra de un homenaje

De título engañoso, Hitchcock no es una biopic sobre el maestro del suspenso sino un racconto de la filmación de Psicosis, posiblemente su película más famosa. La cinta arranca con el éxito de Intriga internacional (1959) y los unitarios televisivos, un momento en el que Hitch parecía haber creado un estereotipo a prueba de balas, un Panzer de la industria y al mismo tiempo un corsé artístico, mientras la prensa saludaba a las nuevas promesas del cine de suspenso (Chabrol, Clouzot). Es el momento en que Paramount ansiaba una Intriga internacional parte 2 y el director, en el más completo ennui, sentencia: “Me metieron en el ataúd y ahora quieren clavar la tapa”.
Como es sabido, su respuesta es una película donde la principal protagonista muere a los treinta minutos. Esencialmente, Hitchcock narra el sueño americano de Hitch, su decisión de llevar a la pantalla el libro de Robert Bloch sin el respaldo de la Paramount, dispuesto incluso a embargarse para financiar su anhelo. Hitch añora las épocas en que experimentaba, quiere volver a contrariar las expectativas. Pero todo eso que Hitchcock aplaude sobre Hitchcock es precisamente lo que aquí falta. No hay innovación pero sí datos interesantes, como que Anthony Perkins era adicto a Extraños en un tren y La soga, y que Hitch consideraba a Norman Bates la conclusión lógica de aquellos personajes. La película se engola en los paralelismos entre Perkins y el Bates que le daría la fama y la cruz, y es innegable que con su actuación el inglés James D’Arcy extiende aún más el estigma del asesino sicótico. Pero tanto las actuaciones como el enfrentamiento con Paramount resultan cosa exagerada. Para un mejor acercamiento a la realización de Psicosis, nada mejor que el documental The Making of Psycho.