Hitchcock: el maestro del suspenso

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Poco sobre aquel hombre que sabía demasiado

Es una lástima que, siendo tan rica la producción cinematográfica de Alfred Hitchcock (y tan pródiga en anécdotas su trayectoria profesional), las nuevas generaciones sólo puedan conocerlo a partir de insulsas remakes o guiños en sátiras menores. Un documental con el maestro contando sus artimañas ilustradas con las mejores secuencias de sus películas no sólo sería un festín para los cinéfilos sino que, además, no estaría exento de las dosis de humor, suspenso y diversión que la mayoría de los espectadores esperan al sentarse en la butaca de una sala de cine.
Pero reconozcamos que, en principio, las biopics suelen ser mejor recibidas que los documentales: al público parece no gustarle tanto revisar fotos viejas como tener a la persona en cuestión cobrando vida ante sus ojos, haciendo una suerte de viaje en el tiempo sin mediar la nostalgia.
El problema es que la reconstrucción de momentos de la vida de figuras públicas del pasado suele llevar a simplificaciones y a una liviandad que ya habíamos analizado años atrás, en una nota que llamamos El discreto encanto de las biografías.
Basado en el libro Alfred Hitchcock and the Making of ‘Psycho’, de Stephen Rebello, este Hitchcock de Sacha Gervasi (1966, Londres, Inglaterra) utiliza el nombre del director de Vértigo (1958) para plasmar algo parecido a un discreto telefilm, con el consabido despliegue de vestuario y escenografía (elegantes sombreros, corbatas, sillones y cortinados de los ’60) más datos biográficos deslizados como al descuido en los diálogos (del tipo “¿sabías que Hitch me pidió que fuera su asistente antes de invitarme a salir?”). La fórmula incluye una serie de obstáculos que serán superados al final de la trama.
Respetando de alguna manera la tendencia de este tipo de productos, la película dedica demasiada atención a un personaje femenino: Alma Reville, compañera del realizador. Por momentos, parecería más pertinente que lleve como título Alma en vez de Hitchcock. A esto se suma el hecho de que a Helen Mirren se la ve realmente convincente y seductora en ese personaje, mientras el Hitchcock de Anthony Hopkins luce como un muñecote glotón y desconfiado, que anda por la vida sacando panza y comportándose como alguien de pocas luces.
Escrito por John J McLaughlin –de importante experiencia en series de TV–, al guión le importa más cierto jugueteo de la pareja central con las posibilidades de infidelidad que la pasión de Hitchcock por el cine. Cuando se lo ve al mítico realizador inquietándose con los críticos que intentan ver en Chabrol o Clouzot a nuevos maestros del suspenso, enfrentando las presiones de los censores y la Paramount, o esperando expectante las reacciones del público ante la famosa escena de la ducha de su Psicosis (1960), el film se torna divertido. Los sarcasmos deslizados con sobriedad inglesa por Hitch y Alma en sus conversaciones de entrecasa, en cambio (a veces mordiendo una tostada o una fruta como remate), resultan impostados, un poco como esas frases ingeniosas previas al cambio de secuencia en las series de TV. Y así como fue un acierto la elección de James D’Arcy para encarnar a Anthony Perkins y resultan bienvenidas cada una de las intervenciones de Scarlett Johansson (bella y expresiva), la inclusión de sueños o encuentros imaginarios con el asesino que sirvió de inspiración para Norman Bates sólo aportan algo de confusión.
Es una lástima que por problemas de derechos no se muestre escena alguna de la película de la que todo el tiempo se habla, apelando únicamente a la música y los afiches. Pero más desalentador es que una obra que gira en torno al cine evidencie una cinefilia limitada a lo puramente anecdótico y superficial (con repetidas referencias al desnudo de Janet Leigh y a la truculencia del asesinato en la ducha, o a la importancia de no revelar el final, como si el valor de Psicosis dependiera sólo de esos dos momentos).
En una escena alguien le reprocha a Hitchcock “Cuando quieres hacer algo nuevo perdemos dinero”. Paradójicamente, la Fox y Gervasi parecen haber tenido presente esa advertencia para realizar este producto ligeramente simpático pero tan convencional y poco moderno.