Hitchcock: el maestro del suspenso

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Aunque Hopkins se vista de Hitchcock...

En su época Alfred Hitchcock (1899-1980) fue un director de enorme popularidad que si bien se dirigía al público masivo siempre se las arreglaba para hacer películas de autor disfrazadas de vehículos comerciales. Por desgracia debieron pasar muchos años para que al viejo Hitch se lo reconozca como lo que fue: uno de los más grandes realizadores de la historia del cine. Es inaudito que el artista que estuvo detrás de las cámaras en filmes antológicos de la talla de Pacto siniestro, La Ventana indiscreta, Vértigo o Intriga Internacional jamás haya recibido un premio Oscar de la industria a la que tanto ayudó a cimentar. El ego de los directores es una cuestión álgida y no son pocos los que han pisoteado sus propios ideales para obtener esa traicionera caricia por parte de Hollywood. Sin ir muy lejos pensemos en Martin Scorsese con Los Infiltrados, patética versión hiper comercial del formidable policial hongkonés Asuntos Infernales. Hitchcock sufrió largamente por el desplante de la Academia a lo largo de casi tres décadas pero siguió adelante con una prolífica producción que abarca más de cincuenta obras. Como paliativo en 1968 le entregaron el Irving Thalberg Memorial Award, una estatuilla que está lejos de hacerle justicia como director.

Hitchcock, el Maestro del Suspenso propone un homenaje a esta legendaria figura del séptimo arte sin profundizar demasiado en su personalidad ni abundar en datos biográficos que ensombrezcan de alguna forma su memoria. El origen del proyecto surge del libro Alfred Hitchcock and the Making of Psycho (1990) escrito por Stephen Sembello, un auténtico especialista en el británico que aborda en este trabajo todo lo acontecido antes, durante y después del rodaje de Psicosis (1960). Sembello fue la última persona en entrevistar al cineasta el mismo año de su muerte y en 2008 fue convocado para grabar el único audiocomentario para la edición en DVD de este clásico absoluto. Por ende estamos hablando de una reconocida autoridad en el tema. Pese a ello la adaptación de John J. McLaughlin dista de ser interesante y toma varias decisiones que no funcionan. Por ejemplo las escenas imaginarias en las que Hitch interactúa con el tristemente célebre asesino Ed Gein (Michael Wincott) están claramente de más. El tono proclive a la comedia por el que se ha inclinado el muy flojo director Sacha Gervasi tampoco ayuda mucho. Las humoradas de Hitch a veces surten efecto y otras no, lo cual nos lleva al problema mayor de la película: Sir Anthony Hopkins. El actor de El Silencio de los Inocentes por desgracia se revela demasiadas veces por debajo del maquillaje y la caracterización de Hitchcock. Aunque Hopkins se vista del creador de Los Pájaros, Hopkins queda…

Los conflictos que plantean Gervasi y McLaughlin sobre la génesis de Psicosis son de público conocimiento por cualquier cinéfilo bien informado. No hay nada, o casi nada, que nos sorprenda en la narración. En resumidas cuentas tenemos a Hitch buscando un proyecto diferente para no seguir repitiéndose tras el exitoso estreno de Intriga Internacional (1959), el hallazgo de una escabrosa novela de Robert Bloch que todos sus colaboradores consideran inadecuada para ser llevada a la pantalla grande, la contratación de Joseph Stefano como guionista (extraordinario aporte de Ralph “Karate Kid” Macchio que hace maravillas con una sola escena), el complicado financiamiento del filme (con Hitchcock y su mujer Alma Reville asumiendo los gastos tras hipotecar su casa hollywoodense), la negociación que hace en persona Hitch con la Oficina del Código Hays siempre dispuesta a censurar a piacere, la elección del elenco (muy buenas actuaciones de Scarlett Johansson y James D''Arcy como Janet Leigh y Anthony Perkins; sólo correcta de Jessica Biel como Vera Miles), las inseguridades de Hitch por lo que parece ser un coqueteo entre su esposa Alma (una vigorosa Helen Mirren) y el mediocre escritor Whitfield Cook (Danny Huston), los entretelones más jugosos del rodaje (no puede faltar la escena del asesinato en la ducha, por supuesto), las campañas de marketing encabezadas por Hitch que debían llamar la atención de los potenciales espectadores, el estreno en sólo dos salas y la contagiosa recomendación del público mediante el boca a boca que convirtió a sus responsables en millonarios en tiempo récord y, por último, la reconciliación de Alma y Hitch. Fin.

Hitchcock, el Maestro del Suspenso intenta sacar provecho de un libro magnífico pero el resultado carece de auténtica pasión quedándose en un anodino término medio. Seguiremos esperando que alguien esté a la altura de un personaje tan grande. Aún con sus miserias y obsesiones, ése es el Hitchcock que queremos ver retratado…