Historias de Cronopios y de Famas

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Cortázar en unas viñetas dispares

Surgido del cine publicitario -su trabajo durante años-, Julio Ludueña hizo en su juventud dos originales divertimentos políticos: "Alianza para el Progreso" y "La sociedad está haciendo masa y no deja oir". Fue entonces que el propio Julio Cortázar le autorizó la adaptación de sus "Historias de cronopios y de famas", ese libro de pequeñas fantasías con gente bohemia y soñadora, y gente estructurada y controladora. Pasó el tiempo, muchos otros hicieron cortometrajes inspirados en diversas páginas del libro pero Ludueña tardó un poco más. Ahora, por fin, estrena su versión: un compilado de diez historias adaptadas por él con imágenes animadas, provistas por otros tantos reconocidos plásticos argentinos.

Algunos son históricos de los 60, como Carlos Alonso, Luis Felipe Noé, Antonio Seguí, Ana Tarsia, que mediante ilustraciones feístas reviven el disgusto cortazariano con la sociedad de su época. Impactan, en ese sentido, los famas encarnados en hombrecitos de Seguí, burgueses decididos y decididamente dañinos, que ilustran muy bien el cuento "Fama y Eucalipto". Los otros artistas reelaboran "Conservación de los recuerdos", "Pequeña historia tendiente a (...)" y "La cucharada estrecha". A ellos se suman, entre otros, la joven Luciana Sáenz, desarrollando "Propiedades de un sillón" en modo tétrico.

Renglón aparte, en estilo propio y como un respiro, se destaca Crist, con una fiel y atrapante adaptación en gris de "Apuntes para un tapiz" (para que salga en verso, aunque se trate de un cuento). Luego, Daniel Santoro, que aprovecha "Negocios" para poner alusiones a Figari y Della Valle, una "casita del tiempo" con el Líder y su señora en vez del viejo y la vieja, y demás evocaciones peronistas por donde los cronopios marchan muy trabajadores a ritmo de milonga candombera. Se ignora si Cortázar hubiera aprobado esto, pero el resultado es bastante simpático.

En resumen, en esta selección de textos pesa más la parte amarga de Cortázar, que la lúdica. Se desproporciona la mirada, pero así es como muchos difusores interpretan hoy esa obra.