Historias de Cronopios y de Famas

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

En un mundo intransferible

Adaptación de diez de los textos del clásico libro de Cortázar, con la dirección de Julio Ludueña y la participación de importantes artistas plásticos. Sentido homenaje al maestro.

Titánica tarea adaptar diez de los textos de Historias de cronopios y de famas, aquel libro de Cortázar (editado en 1962) de relatos breves que oscilan entre zonas lúdicas y oníricas. Si el emprendimiento al construir imágenes sobre el autor de Rayuela y El libro de Manuel siempre fue riesgoso (con resultados válidos e inválidos), recurrir a los cronopios y a los famas y trasladarlos al cine conforman una tarea más que compleja. La película de animación de Julio Ludueña y su equipo de trabajo apostó a todo o nada al contar con diez artistas plásticos, con sus correspondientes estéticas, para lograr un verosímil que convenciera a los conocedores de la obra original, pero también, con el propósito de convocar a quienes nunca se dieron una vuelta por el mundo de los cronopios y los famas. La empresa sale airosa, pese a sus lógicos desniveles, ya que Ludueña y su dream team de artistas plásticos se apropian de Cortázar pero, en más de una ocasión, transgreden los propios lineamientos de la propuesta original. El amplio abanico temático va de lo particular ("Propiedades de un sillón" por Luciana Sáez; "Las líneas de la mano" por Ricardo Espósito) hasta lo general ("Tema para un tapiz por Crist") pasando por el peronismo reversionado por la niñez ("Comercio" por Daniel Santoro) y un capítulo inicial que sirve de prólogo al tema ("Fama y eucalipto" por Antonio Seguí). La riqueza literaria de Cortázar cae en manos de estos artistas heterogéneos, abocados a la construcción de un mundo donde resuenan ecos formales y estéticos de diversa procedencia (el pop de Submarino amarillo, por ejemplo), bien lejos, por suerte, de la animación legitimada en los últimos años. Los bastiones del film, por lo tanto, son más que un puñado de artistas y un director: la música popular de Ezequiel Ludueña y la edición de Juan Pablo Bouza, constituyen aportes esenciales para la elaboración final de una película que rinde un más que sentido homenaje a los cien años del nacimiento de un escritor y una personalidad única e irrepetible de la cultura argentina.