Historias breves 8

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Lo que viene llegando

Aclaremos que la calificación de esta crítica es absurda, apenas una convención periodística. Es obvio que nueve cortos de directores jóvenes -los que integran la octava edición de Historias breves- no pueden tener el mismo nivel. El “bueno” será generoso en algunos casos, y mezquino en otros (pocos). Tal vez, lo interesante en estas películas colectivas es establecer una tendencia, no calificarlas.

Historias breves 8 muestra -en su inevitable, sana diversidad- una inclinación hacia el cine narrativo, en el que la tensión y el suspenso funcionan como motores. Se trata, en general (expresión que no repetiremos, pero que debería figurar en cada oración), de trabajos de buen nivel formal, con la participación de actores sólidos o de gran experiencia: Sergio Boris, Martina Juncadella, Guillermo Pfening, Javier Lombardo, Nicolás Scarpino, entre otros.

El ciclo de Historias breves comenzó a mediados de los noventa, en paralelo con los inicios del Nuevo Cine Argentino. Casi dos décadas después, si nos guiamos por estos nuevos cortos, parece confirmarse un giro hacia un cine con un foco más argumental, más alejado del minimalismo, de cierto estilo contemplativo. La elección de actores profesionales marca, también, una tendencia.

Los peligros, evidentes en algunos de estos cortos, son la obviedad, la sobreexplicación, las impostaciones. No tenemos espacio para referirnos a cada filme. Para no ser antipáticos, mencionemos dos de los logrados: El conductor, de Maximiliano Torres, con Sergio Boris, que transmite el agobio de un matrimonio en una ruta, y Liebre 105, de Sebastián y Federico Rotstein, sobre un chica hiperconsumista que va sumergiéndose en una pesadilla en un shopping. Para ser antipáticos, a modo de ejemplo válido para varios de los cortos, agreguemos que, en Liebre..., la protagonista podría haber sido descripta con menos trazos. Detalles que tienen solución: tendremos que esperar la evolución de estos nuevos realizadores.