Hijos nuestros

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Hugo es un taxista que no hace mucho más de su vida que manejar incansables horas su taxi y ver partidos de fútbol como fanático acérrimo de San Lorenzo que es. Su vida parece estar marcada por esa rutina, en la que no sucede mucho más que un poco de contacto físico con una prostituta o una visita obligada a su abuela. Hasta que lleva a una madre y su hijo adolescente como pasajeros y, a través de una billetera olvidada, Hugo comienza a introducirse en sus vidas.
Hay un pasado que nunca fue pisado en la vida de Hugo, y tiene que ver con una carrera prometedora que fugazmente desapareció tras una lesión en el pie. Es por eso que en el muchacho ve el reflejo de lo que él podría haber sido y de repente se encuentra haciendo todo lo posible para que él tenga esa misma oportunidad y esta vez no la desaproveche. En el medio, Silvia, la madre, da destellos de una posible conexión entre ambos.
Carlos Portaluppi y Ana Katz, quienes ya habían demostrado su química en la película que ella dirigió, Una novia errante, dan vida a este taxista solitario y madre incansablemente trabajadora y algo bohemia. Pero Hugo no puede cuidar una planta ni llegar a una cita, demasiado enfundado en sus propios pensamientos y esa obsesión que tiene con el fútbol.
Dirigida a cuatro manos por Daniel Otero y Nicolás Suárez, Hijos nuestros explora una relación que nunca a llegar a ser del todo relación. Hugo no es el padre de ese chico, y Silvia no puede aceptar que la dejen plantada. Es el propio Hugo quien tiene que trabajar para superar esa frustración de su vida que lo llevó a dejarse estar, siendo lo físico sólo un detalle y más bien poniendo en juego su salud.
La historia de Hijos nuestros es pequeña, demasiado sencilla, y allí radica parte de su encanto. Porque, especialmente tras su resolución, a simple vista amarga y a la vez optimista y llena de vida, deja en evidencia una transformación hasta último momento muy sutil en la vida de este taxista.
El fútbol aparece como marco e incluso desarrolla metáforas pero lo cierto es que no es necesario ser fanático o conocedor de aquel deporte para disfrutar de la película (doy fe, que de fútbol no sé nada ni tampoco me interesa).
Otro detalle interesante del film que le aporta humor y originalidad son las incursiones oníricas en la vida de un Hugo al que siempre se lo siente sobrepasado, que no duerme suficiente, y así escucha que le hablan directamente a él desde la televisión o en la iglesia le cantan lo que para él es su himno.
A la larga, Hijos nuestros es una de esas valiosas películas del cine nacional que merecen ser más vistas de lo que seguramente su distribución lo permita. Así que recomendaría que no la dejen pasar.