Hija única

Crítica de Federico Bruno - Fancinema

TODOS SOMOS UNICOS (PARA OTRA PERSONA)

Hija única, de Santiago Palavecino, es un film que cuestiona ciertos aspectos de la identidad con dos personajes claves interpretados por la misma actriz (Ailín Salas) y una historia de fondo conocida: el robo/secuestro de bebés durante la última dictadura militar argentina. Hay un cuestionamiento psicológico constante donde penden de un hilo las concepciones establecidas acerca de ser “único”, “nada” o tener una “doble vida”.

Los cambios temporales que permiten la comprensión de la historia, a veces, no se sincronizan bien con el guión y el montaje, de todos modos nunca perdemos la tensión que bien saben generar la sordidez de los protagonistas. Hay algo en ellos de misterio marca Edgar Allan Poe, nos damos cuenta apenas escuchamos -con algo de extrañeza- uno de sus nombres: Berenice. Deja metáforas interesantes que circunscriben el argumento, como el cuento y la ópera de Mozart La flauta mágica que pretenden empoderar la redención de alguien luego un episodio tortuoso.

Provisto de tomas subjetivas, el director nos deja inmersos en ese entramado de cajas chinas y no cae en lugares comunes para abordar su cuota de herencia histórica, sabe despojarse de ella para contar la historia original. Aunque con pequeños chispazos de una insípida historia de amor termina por incinerar algunos pasajes de misterio bien logrados (en especial desde lo técnico y posproducción). La música clásica funciona bien y lo suficiente para tapar grietas de la trama.

Es una apuesta interesante desde lo temático y estético que termina mutando, a lo largo de sus 112 minutos, en otro drama más del montón. Cuando tenemos ya toda la información para cerrar la(s) historia(s) ponemos en duda algunos giros retorcidos del argumento y su temporalidad.

Se destacan en Hija única la fotografía, la música incidental y un plano secuencia dentro de un cementerio filmado con mucha soberbia. El elenco lo completan los protagónicos Juan Barberini (hace de un guionista de cine), Esmeralda Mitre (su esposa) y, en breves apariciones, la siempre lúcida Susana Pampín, y hay que decir que los actores secundarios terminan siendo mucho mejores que los principales (exceptuando a Salas).