Hermanas de los Arboles

Crítica de Nicolás Pratto - Funcinema

PASAJE A LA NUEVA INDIA

En 1959, Rossellini visitó la India. Obviamente no fue solo y llevó su cámara como buen representante del neorrealismo. Entre documental y ficción, exploró a un país que hacía pocos años se había independizado por completo de la corona británica. En India se observa la pluralidad cultural, habitantes y naturaleza en conjunto, y como si fuera un profeta, el director advierte sobre una industria que arrasa los espacios naturales. Cuarenta y un años después, un equipo de rodaje argentino llega al país asiático, recorriendo en parte los mismos lugares de Rossellini. Deteniéndose en una aldea que puede tener una solución a la inquietud del italiano.

Durante varios años, el paisaje de Piplantri era árido e incluso inhabitable. El poco color que se encontraba en las vestimentas de sus habitantes, se deslucía entre lamentos. En dicho lugar, el nacimiento de una mujer no significaba regocijo, era una tragedia. Al estar privadas de trabajar y de la independencia económica, una hija era una carga económica. Motivo por el cual, eran sacrificadas desde su nacimiento. En 2005, tras la pérdida de su hija, un padre decidió plantar un árbol en su memoria. La celebración de la vida como proceso de duelo. Instó a sus vecinos a realizarlo: ante el nacimiento de cada beba, 111 árboles. Transformando no solo el paisaje, sino también la mentalidad de sus pobladores en beneficio de la comunidad.

En Hermanas de los árboles conocemos a Kala, quien junto a otras trabajadoras tienen una pequeña fábrica que aprovecha las diversas propiedades del aloe vera. Bhavari, una madre que ayuda a su hija, Nikita, para que obtenga lo que ella no pudo, una educación. La dirección de Menéndez/Peñafort es contemplativa, en una primera instancia, la desolación del terreno, la minería acechando, para luego ser espectadores del reverdecer de la aldea. Asistir a los rituales de siembra, la educación y la responsabilidad que conlleva adoptar un mejor hábito de vida en consonancia con la naturaleza y la equidad de género.

Durante varios años, la única canción que se escuchaba en Plipantri era el llanto de los padres y madres que sacrificaban a sus hijas. Actualmente ha sido suplantado por cantos de alegría, trabajo, las risas infantiles, celebrando la vida, generando conciencia. Un proyecto de hace 15 años que ha logrado transformar varias comunidades de la India, y pensando en un futuro. No solo a nivel país, sino también -por qué no- a nivel mundial.