Hermanas de los Arboles

Crítica de Gabriela Mársico - CineramaPlus+

El documental Hermanas de los árboles (2018), dirigido por los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort, se rodó en un pueblo del noroeste de la India en el estado de Rajastán. Este valioso testimonio nos muestra cómo las mujeres han logrado llevar adelante el trabajo de riego y mantenimiento de viveros que han contribuido al mejoramiento del medio ambiente castigado por la naturaleza con quince años de sequía, y por la explotación de la mina de mármol más grande de Asia. Pero el recorrido que hace el filme, a través de los testimonios de las mujeres, nos llevará aún más lejos, a la lucha de esas mismas mujeres para combatir prácticas culturales milenarias en torno a las niñas, el infanticidio, por razones económicas, y al empoderamiento de la mujer a través de la alfabetización, y de la capacitación para trabajar fuera del ámbito familiar.

EL ÁRBOL, EL AGUA, LA NIÑA

El filme es rodado enteramente en el pueblito de Piplantri, cuya principal fuente de ingresos es la explotación de la minería que produjo algunos desastres ambientales tales como la sequía y la pérdida de altura de las montañas lo que impactó negativamente degradando la calidad de los suelos. En este sentido, el alcalde del pueblo, Shyam Sundal Paliwal, luego de sufrir la pérdida de su hija de dieciséis años por deshidratación, decidió tomar cartas en el asunto. Por un lado, organizando la construcción de un vivero, y de presas para la provisión de agua necesaria para su mantenimiento, y por otro lado, ayudando a reunir fondos para asistir a las familias que tuvieran niñas y no lograran recaudar el suficiente dinero para la dote, proveyéndolas del saldo restante para evitar así, en principio, el infanticidio, o más tarde, un casamiento de la menor por conveniencia, dándole a la niña la libertad de elección para que siga estudiando, si así lo deseara, hasta cumplir los dieciocho años.

111 ÁRBOLES

Por cada niña que nace, el alcalde implementó la costumbre de plantar 111 árboles por parte de la familia. En principio, el alcalde había plantado un árbol para honrar la memoria de su hija muerta. Por eso tuvo la idea de que al nacer las niñas, las familias plantaran árboles, en vez de intentar deshacerse de ellas por cuestiones meramente económicas. Esta práctica no sólo ayudó a mejorar el medioambiente, sino que además contribuyó a revitalizar la naturaleza del lugar. La fauna y la flora prosperaron como nunca antes.

Al notar que los árboles plantados eran atacados por termitas, las mujeres a cargo del cuidado del vivero y del riego de los árboles dispusieron aloe vera a su alrededor utilizado como insecticida. A la vez, el crecimiento del aloe vera resultó tan vertiginoso que las mujeres decidieron instalar una pequeña fábrica para procesar el arbusto con fines cosméticos, y así contar con dinero para destinarlo para su propia economía doméstica y para fines comunitarios.

El modelo creado e impuesto en la comunidad por el alcalde Piplantri es replicado en otros 147 pueblos del norte de la India. Ya que no sólo el hecho de plantar árboles ha mejorado las napas de agua, y por consiguiente los suelos así como la flora y la fauna del lugar, sino que además, siguiendo su consigna de salvar a los árboles, al agua y a las niñas, ha logrado la concientización de la importancia del cuidado y la protección del medio ambiente por parte de los habitantes de los pueblos más próximos. Ha conseguido además que los habitantes de los pueblos desistan del infanticidio cada vez que nazca una niña dentro de la familia, o de que las niñas sufran la imposición de casamiento siendo aún menores de edad. Para ello, un grupo de mujeres visita a las familias cuyas madres están por dar a luz y las convencen para llegar a un trato. Esa familia depositará 10.000 rupias, y el gobierno, hará otro tanto, aportando la misma cantidad, para que la niña pueda decidir sobre su vida, contando con ese dinero de dote llegada a los dieciocho años, sin que otros lo hagan por ella.

Por Gabriela Mársico
@GabrielaMarsico