Heredero del diablo

Crítica de Darío Cáceres - A Sala Llena

¡Qué viva el género!

La cuarta proposición sobre el género afirma lo siguiente: "La vida social del género supone la vigencia de fenómenos metadiscursivos permanentes y contemporáneos". Difícilmente los directores de este filme, Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, hayan leído alguna vez a Oscar Steimberg. Pero de lo que sí estamos seguros es que conocen bien el significado de ese concepto ya que Heredero del Diablo (Devil's Due, 2014) responde a todas las reglas de ese siempre tentador catálogo de recursos estructurales que nos acompañan desde hace años.

"Ya le dije que yo no lo hice", son las primeras palabras de un tal Zach McCall (Zach Gilford), un hombre conmocionado, dolorido y que parece haber salido de un enfrentamiento armado, mientras responde preguntas a los policías promediando las 3 de la mañana, la hora preferida por el Diablo y todos sus colaboradores al momento de realizar sus maléficas acciones. Lo esencial entonces a partir de ese momento será saber qué fue lo que Zach dice no haber hecho. El título mismo de la película no nos deja mucho para imaginar. Pero no hay que rendirse, el camino que deciden emprender los directores para contar la historia no es para nada despreciable. Y si tenemos en cuenta su trabajo anterior en Las Crónicas del Miedo (V/H/S, 2012), no podemos hacer otra cosa que darles crédito nuevamente.