Hell Fest: juegos diabólicos

Crítica de Ximena Brennan - A Sala Llena

El horror tiene cara de diversión

No es novedad que dentro del terror, y más precisamente dentro del subgénero Slasher, los parques de atracciones del horror sean el escenario de historias de adolescentes que van a divertirse y terminan muertos de miedo. O peor.

Hell Fest: Juegos diabólicos (2018) recurre a este ambiente y brinda al espectador más nostalgico una nueva dosis de este afán macabro de disfrazarse y asustar a la gente por amor al arte.

Un asesino enmascarado encuentra en un parque de atracciones de terror el lugar ideal para llevar a cabo los más salvajes crímenes. Un grupo de jóvenes -entre los cuales está Bex Taylor-Klaus, a quien vimos en la serie spin off de Scream– es asediado por esta misteriosa persona que se escabulle fácilmente. Los amigos primero creen que todo es parte del mismo juego, pero luego irán descubriendo que quizá este personaje tenga algo que ver con el crimen de una chica en ese mismo lugar hace algún tiempo.

Todavía hay quienes se siguen animando a recrear el subgénero que encontró su época dorada en los años 80. No obstante, previamente a esa década se vieron algunos ejemplos de películas de temática referida a los parques de atracciones, por ejemplo El gabinete del Dr. Caligari (1920), una de las obras maestras que llevaron el expresionismo alemán al cine. Otro exponente interesante fue Freaks (1932), más ambientado en el entorno circense, sobre la venganza de un grupo de fenómenos como consecuencia de castigos varios. Más hacia los 80 vendría La casa de los horrores (1981) y posteriormente La casa de los 1000 cuerpos (2003) de Rob Zombie.

El background para las producciones modernas fue tan amplio que hoy día los híbridos siguen aflorando.

Hell Fest: Juegos diabólicos, del director de Actividad paranormal: la dimensión fantasma (2015), tiene varios plus. Uno de los más importantes sin duda es la participación breve pero potente de Tony Todd, aquel rostro emblemático e inolvidable de Candyman (1992).

El otro es la dirección de arte: entramos en los recovecos de este parque que consiste en laberintos, luz ultravioleta y colores chillones. Como si se hubiera tomado una referencia directa de atmosferas del cyberpunk y del neón. Así el film se convierte en algo muy atractivo visualmente, por más que la historia se reduzca a un par de sustos con un ritmo narrativo más bien lento.