Heidi

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Heidi, el clásico de Johana Spyri, que hablaba de la entrañable amistad de una niña custodiada por su abuelo y una joven de una clase completamente diferente a ella. En la nueva versión que Alain Gsponer (“El pequeño Fantasma”, “Lila, Lila”) trae en este siglo, esa amistad se potencia, pero también la soledad de la niña ante la intempestiva decisión de su tía de llevarla a vivir con su huraño abuelo (Bruno Gainz), a quien nunca ha visto.
La imponente apuesta de esta versión de “Heidi” (Alemania, 2016) trae no sólo la posibilidad de descubrir a una joven promesa como Anuk Steffen (Heidi), quien impregna de espontaneidad a esa niña que de un día para el otro transformará a cada una de las personas que conozca.
La trasposición es textual, cada escena corresponde a cada capitulo de la historia, y gracias a un nivel de producción imponente, se terminará por construir un sólido relato desde el encuentro primero entre Heidi y su abuelo (Gainz) y luego con cada personaje que aparezca delante de ella.
Pedro (Quirin Agrippi), el pequeño pastor que ayuda al abuelo, será aquella compañía que la niña necesita para pasar las horas del día con un momento de relajación y actividades lúdicas, aquellas que le permitirán ir forjando un espíritu libre y confrontador.
Justamente eso es lo que le servirá luego para poder afrontar la drástica decisión de su tía de alejarla del campo y la pradera para llevarla como “niña de compañía” de una joven paralítica llamada Clara (Isabelle Ottman), quien tras la muerte de su madre nunca pudo recomponerse.
Desde el primer encuentro ambas forjarán una hermosa amistad, la que sólo es interferida cuando la siniestra Señorita Rottenmeier (Katharina Schüttler), quien esconde no sólo la vaga sensación que podrá, en algún momento, conquistar al señor Seseman (Maxim Memeht), y así dejar de trabajar.
Pero Heidi, con su inocencia, y a veces, con su torpeza, se entrometerá en los planes de Rottenmeier, quien no verá con buenos ojos primero la relación de ésta con Clara, y menos luego, la que la niña entablará con la abuela de ésta (Hannelore Hoger), que además, la ayudará a leer y a formalmente adquirir una educación.
“Heidi” reflexiona sobre la niñez con simpleza y con valentía, primando en esta nueva adaptación, que se suma no sólo al clásico del animé de los años setenta, sino a otra versiones cinematográficas como la más recordada protagonizada por Shirley Temple, una mirada mucho más dura sobre los prejuicios y el encasillamiento de las personas, como determinantes de las relaciones.
Una impecable recreación de época y la posibilidad de rodar en escenarios naturales, tan vívidos y potentes como aquellos que Spyri describía en cada una de las páginas del cuento, otorgan aire a esta nueva trasposición para generaciones recientes que no vivieron el fenómeno de la tira animada.
“Heidi” vuelve además a poner el foco en la niñez como espacio no sólo de juego, sino como un lugar en el que se necesita el apoyo constante y la constante y paciente mirada del adulto para enfocar o reenfocar las energías y caminos.
Si por momentos uno se pierde en los Alpes, y sueña con volver a tararear el clásico jingle del dibujo, es porque, casi sin quererlo Gsponer nos lleva a nuestras infancias, repletas de posibilidades y ganas por ser de grandes aquello que tanto queríamos.