Heidi

Crítica de Hernán Khatchadourian - Diario Popular

Heidi: la cálida belleza de los Alpes

Une nueva versión de la clásica novela llega esta semana a los cines locales, en esta ocasión en una película con actores que nada tiene que envidiar al clásico animé.

La mayoría de las personas conoce más a Heidi por el animé estrenado en Japón en 1974 que se convirtió en un clásico de clásicos a lo largo de los años y se transmitió por casi un década en la Argentina con gran éxito a pesar de tratarse de sólo 52 episodios.
Se podría decir que hay toda una generación de adultos esperando a poder mostrarles a sus hijos la magia de este relato que no tiene ni tiempo ni lugar ya que emociona siempre como la primera vez.
Y, por fortuna, parece que el director suizo Alain Gsponer se tomó enserio el objetivo de estar a la altura de un clásico y no descuidó ningún detalle a la hora de poner manos a la obra, desde el look del abuelo de la protagonista hasta las ropas que utilizan los personajes, todo tiene una reminiscencia a la serie animada nipona pero al mismo tiempo un estilo propio.
La historia es la de siempre: Heidi –diminutivo de Adelheid o Adelaida- es una niña huérfana a la que su tía ya no puede mantener y por eso la deja al cuidado de su abuelo paterno que vive en los Alpes suizos ya que ella debe ir a probar suerte a Fráncfort.
La niña se encuentra frente al doble desafío de adaptarse a su nuevo hábitat y caerle bien a su abuelo que ha quedado con el párroco del pueblo en entregarla en adopción. A su favor cuenta con un carisma y optimismo a toda prueba.
Si bien la comparación con la serie animada es inevitable, los guionistas han tenido en cuenta este detalle pero fueron por más al buscar un mayor grado de fidelidad con respecto al trabajo original de Johanna Spyri y por eso el abuelo comienza siendo un verdadero ogro que deja a Heidi librada a su suerte el primer día aunque va cediendo progresivamente, contra el anciano hosco pero amable que se podía ver en el dibujo animado.
Si bien la primera parte de la película transcurre en los Alpes suizos ("filmada en escenarios naturales"), la segunda hora relata el regreso de Heidi "a la civilización", cuando su tía Dete (Anna Schinz) la lleva a vivir a la casa de los Sessemann, donde conocerá a Klara y a su institutriz, la señorita Rottenmayer, en una versión un tanto más sexy que la que está instalada en el imaginario popular.

En el plano actoral, el director se tomó la molestia de buscar entre 500 niñas a su Heidi, y vaya que la encontró ya que Anuk Steffen es la viva imagen del personaje, con una sonrisa y un carisma que se compra a la audiencia en cuestión de segundos. Lo mismo se aplica al gran Bruno Gantz (muy recordado por su versión de Adolph Hitler de La "Caída", una de cuyas escenas es un clásico de la viralización de memes que se terminan aplicando a cualquier circunstancia).
Sin embargo, lo más destacable del film es como, a pesar de que se "acusa" a los suizos de fríos y distantes, la película resulta enternecedora hasta un extremo inimaginable. El director juega con las emociones del público a través de una interesante combinación de planos cerrados de los personajes y generales de la montaña que adentran al público de manera intimista en el relato y luego lo llevan a disfrutar de un paisaje excepcional, al que el director de fotografía resalta de manera sublime.
En Heidi, la montaña es la libertad, con colores vívidos y la ciudad es de una opresión angustiosa que se trasluce en decorados ocres y un encierro permanente dentro de la mansión Sesseman.
Así las cosas, Heidi se transforma en una película deliciosamente realizada que sentará un nuevo precedente con respecto al personaje en los años venideros y, quizá, si la crítica y el público la acompañan, se convertirá en un nuevo clásico.