Héctor en busca de la felicidad

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

Ni sonrisas, ni lágrimas

No divierte ni conmueve. En realidad, no genera nada. Ni siquiera aquellas secuencias que fueron diagramadas con toda intencionalidad para provocar golpes bajos, aparecen huecas y falsarias. “Héctor en busca de la felicidad” constituye una fábula cinematográfica de moraleja simplona. Intenta trasmitir un mensaje bienintencionado de crecimiento y superación, pero se queda en lo anecdótico. Y por sobre todo, en una pueril visión del mundo.

El psiquiatra Héctor no encuentra aliciente en su profesión y advierte que no tiene nada que aportar a sus pacientes más que respuestas trilladas. A la vez, no anda bien en su matrimonio que ha caído en la rutina. En síntesis: se da cuenta de que no es feliz. Más aún, de que no sabe qué es la felicidad. Entonces decide, sin muchas vueltas y hasta con cierta impunidad, hacer un viaje a China y África para ver si puede desvelar este misterio.

Inicia su periplo y conoce a varias personas que, desde diversas ópticas, le señalan lo que piensan al respecto. Anota todo en una libreta. Rápidamente se advierte que tiene poca calle y pasa por situaciones que templan su carácter y lo llevan al reencuentro con un amor de juventud para cerrar asuntos pendientes. En otras palabras, se ve obligado a madurar.

Aunque contiene algún gag más o menos divertido (el protagonista es el comediante británico Simon Pegg), la película es tan falsa que se dedica a desperdiciar a sus buenos actores y locaciones privilegiadas para desarrollar una historia insípida, poco plausible y hasta en cierta medida pomposa, acerca de un hombre de mediana edad, inmaduro, acartonado, que tiene una vida, en apariencia, exitosa pero necesita realizar un viaje por lugares exóticos para descubrir que todos que todos los seres humanos tienen “la obligación de ser felices”. Así, durante su periplo por momentos azaroso, se cruza con distintos personajes caricaturescos y sin matices, cada uno de los cuales intenta representar (aunque de un modo demasiado esquemático) los posibles caminos hacia una felicidad que siempre termina siendo ilusoria e inasible.

Desaprovechados

Inspirada en una novela de François Lelord y dirigida por Peter Chelsom, quien tiene entre sus antecedentes a la floja “¿Bailamos?” (2004), con Richard Gere y Susan Sarandon, “Héctor en busca de la felicidad” tiene al mentado Pegg y Rosamund Pike como protagonistas. Ambos son notables actores, basta recordar “Shaun of the Dead” (2004) en el caso del primero y “Perdida” (2014) entre las notables actuaciones de la segunda, pero no encuentran esta vez la sintonía adecuada.

También desfila en la película un excelente plantel de actores de probado talento y experiencia, como Toni Collette, Stellan Skarsgard, Jean Reno y Christopher Plummer. Y aunque realizan su trabajo con solvencia y oficio, se puede percibir con facilidad que hacen lo que pueden con personajes carentes de carga dramática y que deben cargar con parlamentos muy poco convincentes. Esto queda de relieve con especial énfasis en el caso de Plummer en su composición de un desaliñado científico que desarrolla un método pueril para verificar el “índice de felicidad” de las personas.

El film no hace honor a la tradición de la comedia británica, que tiene antecedentes como “El diario de Bridget Jones” (2004), “Cuatro bodas y un funeral” (1994), “Todo o nada” (1997) o la más reciente “Muerte en un funeral” (2007).