Hawaii

Crítica de Patricio Paludi - Revista Meta

Martin regresa a su pueblo, después de muchos años de ausencia, en busca de una tía que ya no vive allí. A la deriva, y sin nada que comer busca cualquier trabajo para sobrevivir. De esa manera llega a las puertas de la casa quinta de Eugenio, un ocioso escritor de ciudad en busca de inspiración, que al reconocer a Martin de sus épocas juveniles, va a ofrecerle realizar diversas tareas aunque no parezcan tan necesarias.
El pasado compartido parece esconder secretos entre ambos y ahora uno tiene el poder sobre el otro. Entre el sometimiento, las confusiones y la seducción se mueve este intrigante relato.
Hawaii es el tercer largometraje de Marco Berger (Plan B y Ausente), y en términos de producción es su película más pequeña, pero esto no significa que la historia sea sencilla.
En un pequeño pueblo y con solo dos protagonistas, el director vuelve a plasmar los elementos más reconocibles de su filmografía, una relación entre dos hombres que no se presentan abiertamente homosexuales, generando así un clima de deseos reprimidos, obsesiones y mucha tensión sexual.
Los temores e inseguridades de sus protagonistas siempre los llevan a tomar distancia, y en ese espacio que se genera entre uno y otro, es donde se construye el misterio. El cine de Berger siempre fue contemplativo de sus personajes, y es por eso que no hay abundancia de diálogos en sus películas, y Hawaii, en ese sentido, es la más extrema de todas.
Con un tono poético que remite al cine de Kim Ki Duk, la historia se cuenta a partir de silencios, gestos y miradas. La fotografía y la música son precisas, la dupla Manuel Vignau y Mateo Chiarino se lucen con sus interpretaciones, pero aquí es la técnica narrativa del director, y las elecciones de cada plano que utiliza, la que logra que una película de estas características capture al espectador en sus más de 100 minutos de duración.