Hasta el último hombre

Crítica de Martín Pérez - DiarioShow

La paradoja de la guerra

En "Hasta el último hombre", basada en una historia real, un joven militar norteamericano que no cree en el uso de las armas llevará su causa hasta las últimas consecuencias enfrentando la cárcel y la corte marcial.

Criado en los campos de Virginia, entre competencias con su hermano y la mano dura extrema de su padre (Hugo Weaving), ex militar y alcohólico, Desmond Doss (Andrew Garfield) decide que tiene que hacer algo por su país y se enlista en el Ejército de Estados Unidos.

A pesar de su cara de bueno y su cuerpo en apariencia frágil, muestra gran potencial para la milicia, pero un obstáculo lo pone a prueba: no es capaz de agarrar un arma, porque no cree en ellas.

Más allá de la contradicción que supone su principio, basado en el mandamiento "No matarás" y su fe religiosa -por eso el interés de Mel Gibson en filmar esta vida de un militar real-, Desmond está dispuesto a llevar su causa hasta las últimas consecuencias, enfrentándose a la cárcel y a la corte marcial.

Él desea ser médico de combate y por ello está convencido de que no necesitará armas puesto que sólo quiere salvar a sus compatriotas heridos en la Segunda Guerra Mundial.

Tras esa primera parte de gran inversión en la crianza y el entrenamiento de Doss -que por cierto tiene a Garfield en uno de sus mejores trabajos-, este debe viajar con su pelotón a la zona más peligrosa del combate en Japón, del que regresan más muertos que vivos.

El verdadero Desmond salvó la vida de 75 compañeros de su escuadrón y se transformó en un estandarte para los demás soldados, que no querían ir a pelear sin que el formase parte del equipo.

Ese será el espíritu del largometraje, componiendo una película de guerra que va de la vereda del frente a la mayoría de su género y refrenda la vida antes que la muerte. Por ello la temática es fuerte, contraponiendo lo nefasto de las masacres y asesinatos en masa de las guerras con la esperanza y la buena voluntad.