Hasta el último hombre

Crítica de Alan Schenone - Proyector Fantasma

La convicción como arma y defensa

En Hasta el último hombre (2016), Desmond Doss (Andrew Garfield) se une al ejército estadounidense como doctor para afrontar la Segunda Guerra Mundial pero, en contra de todas las leyes y normas tácitas que dictaminan a la guerra, lo hace de una manera inusual. Por convicción, no quiere utilizar armas ni terminar con ninguna vida, siendo el primer objetor de conciencia en la historia estadounidense en recibir la Medalla de Honor del Congreso.

Las huellas de Mel Gibson como director se reúnen en un mismo camino. Lo épico, lo dramático y lo heroico se encuentra inspirado en hechos reales con grandes historias de vida llenas de sacrificios. Corazón Valiente (1995), La Pasión de Cristo (2004) y Apocalypto (2006) dan muestra de ello.

La fe y la devoción por Dios del soldado Doss chocan constantemente con el pensamiento militar, social y político comunes de la época de los ’40. La construcción paulatina del film potencia a Andrew Garfield que, con su carisma, logra una de las mejores actuaciones de su carrera gracias a las distintas situaciones adversas que Doss debe atravesar para seguir adelante.

Gibson se toma su tiempo para dejarle en claro al espectador que tan fuertes son las creencias de Doss, quien sufre de discriminación, violencia verbal, psicológica y física a manos del ejército pero también de parte de su familia.

El director dividió a la película en dos partes –el entrenamiento y la guerra en sí- mediante un gran pulso narrativo que no deja que el espectador pierda el interés con lo que sucede en pantalla, gracias a la gran empatía de Garfield como también a su relación con su mujer Dorothy Schutte (Teresa Palmer). El elenco que se completa con Vince Vaughn, Hugo Weaving, Sam Worthington. Cada uno aporta desde su lugar, su visión e interpretación un panorama único en la periferia de lo que ocurre alrededor de Desmond Doss.

A pesar de ser un film claramente relacionado al drama bélico y norteamericano, las convicciones del protagonista dejan un mejor sabor de boca con respecto a un mundo que duda de su cordura, valentía y potencial. En ese contexto, tan inhóspito y difícil -en el cual solamente su mujer Dorothy cree en él- Doss vuelve para desacreditar, perdonar y aceptar el pasado, al igual que lo refleja la iglesia católica con la figura de Dios.

Con un gran trabajo en conjunto desde el aspecto visual, sonoro y directivo, las aguas fluyen hacia el mismo lugar generando una película cautivadora, emocionante y dramática. Mel Gibson supo adaptar la historia del soldado, en su defensa por la vida y la convicción por su religión, para hacer una de sus mejores películas y también, uno de los mejores estrenos de este nuevo año.