Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2

Crítica de Martín Fraire - País 24

El cierre de un ciclo

La saga que logró extender durante una década el interés de millones de jóvenes -y adultos- en todo el mundo finalmente llegó a su fin. Y en ese sentido, Harry Potter y las reliquias de la muerte: parte 2 es todo lo que el fanático espera.

La batalla final que sirve como epílogo de la séptima película encuentra en esta última entrega no una mera excusa para prolongar el éxito de la franquicia, sino por el contrario darle el tono necesario a una historia que evidenció signos de madurez desde sus inicios.

Las películas de Harry Potter han mostrado un crecimiento y un desarrollo, simbolizados en el notable cambio físico de sus protagonistas (bien podría decirse lo mismo de su público). Lejos de tratarse de una película de aventuras, fantasías y deportes para chicos, esta último film pone por encima uno de los mayores inconvenientes de la adolescencia: el enfrentarse a los miedos.

Aquel joven mago que debía cargar con un peso que nadie se hubiese atrevido a soportar, será capaz no solo de hacerle frente a aquel “que no debe nombrarse”, sino de humanizarlo, de considerarlo un igual. Ambos son parte de un todo, el bien y el mal, el ying y el yang, que aquí encontrará conclusión definitiva.

Por momentos lo suficientemente grande, por otros sobrecargada de información (pareciera que el director David Yates no pretende dejar nada librado al azar) la película supera el ambiente opresivo de la primera última parte y no escatima en efectos a la hora de presentar la batalla final que tendrá lugar en Hogwarts.

Parte de ello es la obscura fotografía del portugués Eduardo Serra que carga de angustia a los tiempos que debe enfrentar el trío protagonista y todos los que alguna vez pasaron por la escuela de magia.

Sin dudas, Harry Potter y las reliquias… le hace honor a una saga que debe ser tomada como ejemplo a la hora de adaptar libros para un público más joven. De entre la enorme cantidad de casos que aparecieron en los últimos tiempos, el mundo creado por J.K Rowling ha logrado una calidad con la que otras franquicias solamente sueñan.

¿La clave? El respeto. A pesar de la fantasía, la posibilidad de identificación con los conflictos y las experiencias de la adolescencia trascendieron la pantalla, pero también el sentido comercial que al fin y al cabo tiene la obra en su totalidad.

Aún cuando para muchos, entre los que debo admitir no me encuentro, este final será un emocionante viaje de nostalgias y recuerdos, la última entrega del joven mago es -sin ser una obra maestra- el cierre de un ciclo, el de la vida de un personaje que tiene destino de clásico, al menos para una generación que creció afianzada a sus miramientos y enseñanzas.