Happy Feet 2: El pingüino

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Coreografía sobre el glaciar

Tenía que hacer algo el talentoso director australiano George Miller para que Happy feet 2 no se pareciera a La era del hielo , ni a La marcha de los pingüinos , ni tampoco a Happy feet 1 . Y lo que hizo está muy bien. Multiplicó la calidad visual del producto, explorando nuevos colores y texturas. Enchufó los parlantes para pasar mucha música bailable en el Polo. Y mandó (valga la paradoja) unas cuantas paladas de carbón en la historia, para hacerla marchar como un calma pero segura locomotora. En esto último, no sólo acertó con el argumento sino los personajes principales, los pingüinos emperadores Mumble y su hijo Erik, y además con los secundarios: en particular, los amigos de Erik; Ramón, el veterano enamoradizo; Sven, el pingüino volador de la colonia vecina; una foca gravosa, y dos divertidos krills llamados Bill y Will (decir “krill Bill” es un obvio homenaje a Quentin Tarantino y su Kill Bill ).

Erik es un pingüino muy pequeño en una colonia de hermanos emperadores. Todos allí bailan al ritmo del tap, y su padre quiere enseñarle a ser uno más. Pero Erik se siente distinto, y eso lo avergüenza. El quiere volar. Por eso escapa hacia otro rincón de los glaciares donde puede ser aceptado justo a tiempo para regresar junto a nuevos amigos, y luchar contra un fenómeno natural que amenaza la supervivencia de todos en la región.

Miller (el mismo de Babe, el chanchito valiente ) y su equipo, orientaron las antenas hacia los gustos contemporáneos de la juventud y entendieron el mensaje. Por eso en la película predominan las coreografías, tan de moda en la televisión, los duelos musicales y vocales entre grupos de adolescentes o escolares, al estilo de series como High School Musical , Hannah Montana , Glee , y otros similares. Y ritmos tan variados como el rap, el pop, el rock -con el clásico de Queen, Under pressure , en el repertorio-, pero también con canciones de ópera o del musical tradicional de Broadway.

Pero también hay un buen espacio para el suspenso y el vértigo, con varias escenas donde las tensiones sociales, o las acechanzas de la cruel naturaleza, son narradas de un modo bastante atrayente.

Si muchas veces es imposible imaginar cómo pueden gastarse cientos de millones de dólares en una película dibujada por computadora, aquí es más probable descubrirlo, gracias a la exuberancia y al detalle mezclados en un verdadero entretenimiento de animación tecnológica.