Happy Feet 2: El pingüino

Crítica de Federico Rubini - Cinematografobia

DISPAREN SOBRE EL PINGÜINO
Una hora y media extrañando a Pixar

George Miller es un caso muy extraño dentro del universo cinematográfico. De origen australiano y miembro del jurado de Cannes en dos oportunidades, este director fue reconocido internacionalmente por su éxito de culto Mad Max (1978), una película futurista con Mel Gibson como protagonista y situada en una mundo distópico no muy lejano del presente. A ese éxito le siguió el de su secuela, Mad Max II, el guerrero de la carretera, y el consecuente inicio de Miller en la producción de diversas mini series y películas. Estas películas le valieron una posición dentro de la denominada "nueva ola" del cine australiano, junto con el mencionado Mel Gibson, Judy Davis y el director Peter Weir, entre otros. Luego de unos años presentó como productor el film Babe, el chanchito valiente (1995), el cual arrasó con la taquilla a nivel mundial y le valió el reconocimiento del cine de industria, y pasado un tiempo dirigiría y produciría aquel otro tanque que se llamó Happy Feet (2006), recaudando casi 400 millones de dólares alrededor del globo. Y aquí es en donde viene a lugar la pregunta: ¿cómo no caer en la tentación de realizar una secuela a ese gran éxito que significó aquel film protagonizado por pingüinos en la Antártida? Pero el problema no está en la intención sino en el cómo, y es ahí en donde esta película se desbarranca como pocas de su tipo. Completamente insostenible a lo largo de sus 100 minutos, carece totalmente de un argumento sólido, siendo su guión una sucesión de situaciones que existen con la única intención de mostrarnos de qué modo son superadas por los protagonistas del film. No hay un desarrollo dramático, la tensión se construye de a retazos de cinco minutos y lo único que persiste con nosotros al salir de la sala de cine es que lo que acabamos de ver es más una excusa que una película.

El pequeño Erik es el simpático protagonista de esta película que depende demasiado del éxito de la primera entrega.
Erik es un pequeño pingüino (hijo de Mumble, el protagonista del primer film) que, a diferencia de su padre, se siente imposibilitado de bailar. Esto hace que un día se tope con Sven, un "pingüino" que sabe volar, y entienda que si uno de veras quiere algo, sólo basta con estar convencido de ello y obtendrá su cometido. Así, vemos cómo la historia base de la primera película aquí se repite, una suerte de "eterno retorno" en clave plumífera que no es capaz de movernos un pelo: al igual que Mumble, quien no pudiendo cantar demostró que en vez de eso podía bailar, el pequeño Erik demostrará (o al menos lo intentará) que el amor es la base de todas las cosas, y que el trabajo en equipo y la conciencia del otro puede más que las personalidades individuales, y que más que bailar lo que importa es moverse, y nunca dejar de hacerlo. Pavada de enseñanza.
Vale aclarar algo, y es que técnicamente el film está muy bien. El 3D no aporta nada novedoso, pero la animación es impecable y demuestra que esta producción a cargo del estudio Warner Bros. no tiene nada que envidiarle a cualquier producción de los grandes estudios de animación. Eso sí, en cuanto a la trama, no le vendría nada mal empaparse de lo que tan bien han sabido imprimir en la pantalla un estudio como Pixar o, en menor medida, Dreamworks. Y esto no les es ajeno a los realizadores de esta película: en particular la presencia de dos krilles que no tienen nada que ver con la trama principal recuerdan notablemente a la ardilla de La Era del Hielo, con sus secuencias de humor aisladas del resto de la película. Y lo más notable es que esa pareja es lo más rescatable del film, con razonamientos sobre cómo superar el hecho de ser un insignificante krill y de qué significa ser la base de la cadena alimentaria. Eso y un chiste realizado por el personaje de Ramón (el pingüino "latino"; la diversidad cultural prejuiciosa nunca puede faltar) es lo único bueno de este film que demuestra que no basta con tener un buen nivel técnico y personajes simpáticos para ser una buena película animada.

La animación en 3D es lo más rescatable de esta película chata y desprolija.

Un párrafo aparte para los números musicales, abundantes en esta producción, que es el punto en donde se diferencia notablemente de su predecesora: totalmente de más. Rozan lo insoportable. Con reversiones de Under Pressure de Queen y de varios otros temas en versión doblada y en original (cuando el pájaro Sven comienza a bailar lo que en nuestro país se conoce como el "Marica tu" es uno de los peores momentos de este bodrio, y eso no es poco decir), lo único que logran estos pasajes es hundir más a esta película que no tiene razón de ser más que la de ganar dinero internacionalmente. Que no se me malinterprete: soy consciente de que el éxito comercial es la piedra basal de toda la producción cinematográfica de gran escala (esto es más que obvio), pero cuando no se encuentra en un film ningún mérito rescatable más que el de su factura técnica, entonces ahí hay un problema. Porque hablamos de un producto que es todo forma pero nada de contenido (la clásica frase: "pero la ambientación está muy bien hecha"), un producto que sirve para un trailer y para que la gente pague una entrada. Se nota en demasía que George Miller no estuvo del todo abocado aquí como en la primera entrega, o al menos eso nos deja pensando una película así de desprolija, desdibujada y completamente carente de interés y de amor propio como lo es Happy Feet 2.