LA CASA DEL BOSQUE Estrenada en el BAFICI 2009, Hansel y Gretel es una de esas películas que explican la importancia de un festival. No se trata de una título difícil para el espectador, ni árido en ninguna forma, pero la pobre distribución del cine comercial hace que esta clase de títulos sólo halle refugio en el marco de un evento independiente. La publicación, en el año 1976, del libro de Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, cambió para siempre la mirada sobre los relatos infantiles más famosos. Sin ser el primero, aunque sí el más reconocido, el autor revela el verdadero significado de los cuentos de hadas y su importancia en la formación de los niños. El cine, a su vez, descubre las infinitas posibilidades que estas metáforas poseen para el lenguaje audiovisual. Cineastas como George Lucas, Neil Jordan o Terri Gilliam empezaron a aprovechar este nuevo abordaje para sus films, aunque no fueron los únicos. En la actualidad, directores y guionistas de todas partes abrevan en las mismas fuentes. Tal es el caso de Hansel y Gretel (2007), película coreana dirigida por Yim Pil-sung. Delatando la influencia de los cuentos de hadas en el cine de terror, el protagonista tiene un accidente en un camino sinuoso y termina en una casa en medio del bosque, donde una amable pero inquietante familia lo recibe. Eso, claro, es sólo el comienzo de una pesadilla y no es necesario aquí explicar más. La autoconciencia post Bettelheim hace que las películas que se basaban en cuentos que exploraban los temores infantiles se conviertan casi siempre en la confirmación de dichos temores. Así, en los últimos años, películas como Inteligencia artificial, de Steven Spielberg, El laberinto del fauno, de Guillermo Del Toro, El orfanato de J.A. Bayona, Los otros de Alejandro Amenábar, han sido de los mejores ejemplos de estos cuentos de hadas devenidos en films para adultos. Una ecuación que en Hansel y Gretel funciona y sorprende escena tras escena. Por un lado sostiene el origen siniestro que el cuento tuvo en el medioevo así como también la mirada más "psicológica" que los Hermanos Grimm le dieron en el siglo XIX. Pero como es común en el cine coreano contemporáneo, la película posee muchas más influencias -Tim Burton, por ejemplo, además de la asociación con lo ya mencionado- al mismo tiempo que descubre su propio imaginario visual y estilo. La película no está tampoco exenta de cierta emoción, producto de las revelaciones que surgen a lo largo de la trama y que hacen de Hansel y Gretel un film complejo e inteligente, como un verdadero cuento de hadas.
Cuando lo encantado no siempre es lindo. El centenario cuento de los hermanos Grimm se renueva en esta historia fantástica y macabra. Eun-soo (Chun Jeong-myoung) es un joven que sufre un accidente en su auto cuando pasaba por el bosque; a razón de los golpes pierde la conciencia. Al despertar es hallado por Kim yuoung-hee (interpretada por Shim Eun.kyoung), una misteriosa niña con capa igual a la de Caperucita Roja, que lo lleva a su casa del bosque. A partir de allí, todo parece irreal y se convierte en una narración cíclica que aturde y por momentos asfixia. Las posibilidades que ofrece el género fantástico están explotadas al máximo en este relato, en el que con mucha creatividad se insertan referencias de otros cuentos de las mismas características. Así, el mito del niño que no quería crecer de Peter Pan, la ya mencionada niña que camina por el bosque, que además está encantado; el camino que se marca con migas de pan, como en el original del mismo nombre que este film –de este también los dulces, entre otros elementos- arman una historia nueva con resabios viejos, dejando como resultado un terrible film que a veces recorre el terror, otras el suspenso, otras incluso el policial. El director eligió signos fácilmente identificables que aluden a la infancia y a las pesadillas que la asedian para crear ambientes y potenciar la macabra atmósfera de enigmas. Así, el altillo que parece interminable y desconocido, las cabezas de muñecas de porcelana, los payasos en la repisa, los peluches que se desparraman sobre las camas son indicadores de que nada de lo que allí ocurre es normal; o al menos, es esperable que se desencadenen hechos extraños. Hansel y Gretel es un film exquisito; el ritmo puede pasar de muy rápido a muy lento sin incomodar y provocando efectos precisos en el espectador. Los sonidos que acompañan a cada una de las tomas les dan sentido y agregan significado. La música inquieta, perturba en ciertos momentos e intensifica la tensión. Las luces, por otra parte, demuestran un estudio minucioso del resultado que se busca en cada escena y recrean una atmósfera densa y tenebrosa o liviana y muy artificial cuando el film lo requiere. Si bien es una película intensa y el interés se mantiene prácticamente durante todo el tiempo, este decae bastante durante el largo flash back –por demás explicativo- en el que puede verse el pasado de los tres niños que habitan aquella casa. Seguramente si el director no hubiera incorporado ese fragmento, el resultado hubiera sido igual de bueno. Hansel y Gretel es interesante y sorprende; además, tiene la particularidad de dejar en quien la ve la sensación de que es necesario analizar las relaciones que a diario se construyen entre adultos y niños; de tener en cuenta su vulnerabilidad y plantearse que cada acción y cada palabra puede dejar en los más pequeños huellas imborrables.
Niños Perdidos El director YIM Phil Sung tuvo una visión algo particular sobre la legendaria historia de los hermanos Grimm e intentó contar qué hubiese pasado si esos niños odiaran a los adultos que los descuidaron, maltrataron y abandonaron. De estem odo, narra cómo Eun-soo, un joven que se pierde en el bosque luego de un accidente automovilístico, es invitado a un extraño hogar por una dulce jovencita. Luego de notar excepcionales sucesos, intentará escapar pero lo afligirá el hecho de dejarlos abandonados en esa misteriosa casa. Poco tiene que ver esta historia con la original y cuesta vincularlas entre sí. Aunque el argumento contenga ciertas menciones sobre el libro Hansel y Gretel, el final vislumbra otra cosa. La cinta fue rodada en Corea del Sur y trae tiempos distintos que los acostumbrados en los films Hollywoodenses, británicos o incluso del cine francés. Además, se perciben pequeños errores cinematográficos. Esta película cuenta qué es lo que hubiese ocurrido con los niños que dan nombre al libro si no hubieran regresado a su casa y se hubieran quedado en el bosque cargados de rencor, poco coincide con lo que deja ver. Y además de sucesos sobrenaturales, la historia se desfigura sobre el final. Una película que prometía suspenso y toques fantásticos, pero que, sin lugar a dudas, quedó a mitad de camino de ambas cosas.
Una versión enferma y moderna del clásico cuento infantil: un tipo tiene un accidente con su auto en el campo, buscando ayuda encuentra a una nena medio endemoniada que lo lleva a una casa en el medio de un bosque donde pasan cosas muy raras, pero muy raras. Los que la filmaron antes tomaron algo que les hizo mal. Hay que verla.
Programas dobles Los antiguos programas dobles en cine (esos que incluían llevarse una tonelada de comida y un termo o un Tupper al cine y disfrutar de los almentos en silencio sin mancillar la función del resto) tenían ese no-sé-qué de lo imprevisible, de lo arbitrario, de lo azaroso o de lo deliberado, para qué negarlo. Buena parte de de esa dinámica solía sustentarse en la acumulación de varias películas de un mismo género con sus correspondientes variantes o subgéneros: un combo multigenérico para toda la familia; o meramente la acumulación de latas y programas carentes de unidad temática, en donde Superman y Drácula podían compartir cartel con la Coca Sarli y el Peter Bogdanovich de Míralos Morir. Sin embargo, creo que no existe mejor programa doble que aquel que parece traer elementos disímiles y que, de repente, revela conexiones sorpresivas, inesperadas, que nos hacen regocijar y tener ganas de volver al cine: porque como ciertas golosinas, por más que el gusto y los ingredientes sean los mismos, siempre sabe distinto en la boca, depende de la ocasión. En definitiva, para quienes conocimos el final, la caída estruendosa y la desaparición de esos programas (que sólo sobreviven en un cine como el ecléctico Electric), la sola idea de armar esa clase de combos extintos podía resultar más atractiva que para aquel cinéfilo de bajada de computadora, o aquel cinéfilo de DVD. No porque no pueda disfrutar de la acumulación de varias películas a la vez, sino porque ha perdido la experiencia de la asistencia al cine como aventura, como encuentro con lo inesperado, como yuxtaposición de posibilidades que se hablen, discutan, se potencien y se problematicen a la vez. Desde este humilde lugar, me permito la sugerencia a usted, lector/a para que intente un doble programa con dos películas en cartel: por un lado esa obra maestra absoluta y extraordinaria que es la oscura, melancólica y luminosa a la vez Toy Story 3; por otro, desde una posición diametralmente opuesta -no desde su temática sino desde su perspectiva, desde su universo, su imaginario-, la postergada Hansel & Gretel, de Pil-Sung Yim. Entre la película coreana y la película estadounidense se despliegan diversos hilos conductores, esencialmente, el de el mundo infantil, el de la representación y el juego, el de la perturbación de los relatos de familias perfectas. Sin embargo, ahí donde el film de Pixar logra otorgar sombra hasta al día más soleado (no olvidemos que el lugar en donde los personajes son encerrados se llama Sunnyside), donde revela los costados más oscuros del mundo de los juegos y juguetes (para un programa triple, ver en DVD el film de Spike Jonze Donde viven los monstruos), donde se lanza al espectador al vacío de la soledad y la muerte, el film coreano hace agua por todo costado, justamente porque destierra toda la ambigüedad de un mundo infantil para revertirlo a una explicación/interpretación adulta. Si algo tiene de perturbador, precisamente, el mundo paralelo de los cuentos infantiles y sus juegos no es necesariamente la revelación, la cifra metafórica de un desalmado mundo real. Es justamente la independencia de la metáfora aquella que logra que el carácter autónomo del mito sobreviva. Y los mundos infantiles no son sino mitos notables, asentados en la cultura que no precisan explicación, sino, como demandara Susan Sontag en el final del extraordinario ensayo Contra la interpretación, “…menos una hermenéutica y más una erótica del arte”. Ahí. Justamente, donde la revisión e inversión de la historia de Hansel y Gretel tenía un millón de aristas a desarrollar -ver sino qué es lo que lee un director como David Lynch cuando trabaja con estos mundos, por ejemplo- la película achata, interpreta, da orden, sentido y progreso a las acciones y actitudes, es decir, asesina el mito y su carácter convocante a cambio de entregar efectismos y temblequeos varios. Es así que el film de Pil-Sung Yim cuenta con una primera media hora entre aterradora y angustiante que logra su cometido justamente por escatimar datos, por apelar a la estrategia elusiva y por multiplicar posibilidades irresueltas. De ese modo, cada uno de los elementos de esa casa de fantasía se vuelve un potencial peligro, convirtiendo a la puesta en escena en un excepcional tratado de paranoia. Sin embargo, tras una revelación que incluye poderes, todo el asunto comienza a oler rancio, convirtiendo a los elementos que antes nos asustaban en objetos, formas y artilugios previsibles (ver sino el espantoso dibujito animado que se sucede una y otra vez en una TV desenchufada). Lamentablemente, la falta de persistencia, la carencia de ideas llevan a un desbarrancadero: la inclusión de un pedófilo y su mujer, sumada a la posterior explicación de las motivaciones de todos y cada uno de los personajes y un final moralista que incluye padres golpeadores y abusivos redundan en la perfecta contratara de una película que decide poner los pies en el fango y hundirse hasta las más hondas (y bergmanianas) aguas de la angustia del abandono. Si, estimado lector: después de ver Hansel & Gretel, complete el programa doble, si es que su bolsillo se lo permite, y corra a ver (o rever) Toy Story 3 con sus amores irrefrenables, adictivos, destructivos, sirkeanos: la verdadera perturbación del mundo infantil está ahí, y no en esta casa de los sustos fáciles.
No es otro cuento para niños Sugestivo como buen film de terror que se precie de serlo, Hansel y Gretel (Hansel and Gretel, 2007) da una vuelta de tuerca bastante ostensible al popular cuento infantil que le da titulo al film. Esta vertiente coreana y dark del clásico literario consigue mantener el interés y la inquietud a medida que su trama avanza. Basada libremente y con algunas especificas referencias al cuento de los hermanos Grimm, el film cuenta la fábula de una idílica casa de ilusión habitada por niños quienes, entre su mundo idealizado de juegos e inocencia, esconden el destino trágico que les deparará a los adultos. Con un matiz siniestro agregado a al cuento originario de la tradición medieval alemana, el film va descubriendo su propio potencial visual a medida que construye su impronta. Revelaciones complejas a lo largo del mismo nos harán participes de este tortuoso recorrido a la perdición, donde los caminos del bosque son apenas el comienzo de un cuento para nada feliz. Empleando con destreza y sin excesos nocivos los recursos cinematográficos mas mentados del j-horror, esta revisión truculenta de Hansel y Gretel se dota de un aura pesadillesca, apoyándose en una atmósfera opresiva y asfixiante. Yim Pil Sung se desenvuelve con soltura en el género y su mano creadora manipula y dota a la historia de interés gracias a su gran factura visual, algo que habla a las claras del talento aun por pulir de este realizador que va forjando su estilo. El film es un compendio de géneros que le sienta. Definida como una fantasía oscura que se nutre del thriller para adquirir su identidad genérica. Con puntos en común con films como El Orfanato (2007) o El Laberinto del Fauno (Pan,’s Laberynth, 2006) que también han tenido a niños como protagonistas, la historia nos habla de los miedos de la niñez, los mundos aparentes, la perdida de la inocencia y la dimensión psicológica de lo irracional. Lo que se dice, todo un mandato surrealista. Atrapados en un mundo de eterna niñez, esa prisión aislada del mundo exterior se revela como un arma disparadora de los temores humanos mas intrínsecos. Sin embargo, la inexperiencia del realizador le juega en contra a la hora de cerrar la historia, la cual será resuelta de modo más bien esquemático en términos narrativos y el clímax final no estará a la altura de lo esperado,. En su tramo final el film evidencia cierta falta de criterio y varios pasajes de más, tornándose por explicativa innecesariamente. Su reverso es una travesía de horror.
Este Jueves 13 de Mayo se estrena en nuestro país una retorcidísima versión del clásico cuento infantil. Un film que mezcla algo de terror más bien clásico, fantasía, thriller, drama... en fin, un mejunje extraño que posee ante todo una extraordinaria calidad visual, una magnífica dirección de arte- atención con el nombre de Ji-yong Kim. Como dice, casi quitándome las palabras de la boca, Caith Sith en filmaffinity: "Es una película extremadamente colorista. Es como si Jeunet hubiera cogido un pincel y, como en Amèlie, hubiera recubierto la cámara con tonos pastel y reflejos del Photoshop." Es que si hay algo que se difruta y atrapa desde al vamos en este film es justamente su aspecto estético. Sus escenarios, reducidos a una casa de cuentos en medio de un bosque bastante particular, son una maravilla. Contrastan con el argumento oscuro y claustrofóbico que tiene una espectacular primera hora, pero que lamentablemente luego pica y rebota constantemente dejando al espectador con una sensación de espasmo, sobre todo por las continuas explicaciones- muchas en flashbacks- realmente innecesarias. La historia, original al principio, predecible por momentos, es un viaje pesadillesco pero a la vez atractivo del protagonista quien luego de un accidente automovilístico encuentra en medio de un bosque frondoso una niña cual caperucita que lo lleva a su casa, una casa de ensueños en cuya entrada puede verse un cartel que dice "casa de los niños felices". A partir de allí uno puede empezar a intuir que tanta belleza y atractivo, tanto servilismo por parte de sus moradores encierra un negro secreto que quizá mucho se le parezca al cuento. Pero lo original de esta película- que luego uno echa en falta pasada la primera hora, hora y cuarto- es la manera en que los hechos se encadenan rearmando el clásico infantil de una manera bastante particular. Es que las explicaciones del porqué sucede lo que sucede abruman al espectador manteniéndole el interés a tope. El clima de esta primera parte está muy bien armado de manera que la cosa atrapa, satisface, uno pide por más. Desgraciadamente más tarde cuando llega el momento de la verdad, uno queda exhausto de explicaciones en abundancia que aletargan el desenlace, un desenlace que ciertamente no agradará a todos ya que tomará el rumbo de un dramón algo simplón que podría estar contado de una manera sensacional en otras manos. No desmerezco a Pil- Sung en este aspecto, simplemente daría la idea de que estuvo dirigida por dos manos distintas o que en algún punto la historia lo superó sin saber muy bien darle la forma a una idea que de base es más que aceptable. Pero olvidándonos un poco de todo esto, hay un acierto, aparte del visual que ya nombramos, muy importante: la relación del protagonista con su situación en sí. Sin entrar en mucho detalle para no develar los intríngulis- chíngulis del asunto digamos que Eun-Soo (Jeong-myeong Cheon) es un joven que cae en esta casa, está a punto de ser padre y por lo que sucede en la primera escena del film imaginamos que la noticia no lo ha tomado por las buenas. En esta casita perdida viven tres encantadores niños, sobretodo destaco aquí a la pequeña Jung Soon (Ji-hee Jin) de la que no es para nada difícil enamorarse, con sus padres que posteriormente y notita mediante se mandan a mudar. Eun-Soo es el único disponible para hacerse cargo de estas criaturas que le ruegan no dejarlos solos. Pero el joven Eun necesita irse, su madre está muy enferma, su esposa lo espera, su celular no tiene señal y desesperado emprende camino al pueblo. En mitad del bosque se cruza con otra pareja que también ha tenido un accidente y de ahí en más, Eun-Soo se debatirá entre el irse y el quedarse sobretodo cuando esta pareja da claras muestras de no tener los patitos en fila. El manejo más bien psicológico que se da hasta este entonces agrega unas cuantas estrellitas a la historia de por sí extraña y laberíntica. Por lo demás da un tanto de pena que el logro visual no se acompañe con una historia sensacional de esas que luego uno no pueda quitarse de la cabeza. Hansel y Gretel termina siendo una película que bien vale, y repito insitentemente, desde lo visual una entrada a la sala con pantalla grande, bien grande. Por lo demás es un film que a pesar de haber ganado el Premio especial del jurado International en el Fantasy Film Award del año pasado, pasará sin penas ni glorias en el género... cualquiera de ellos en donde se nos ocurra ubicarlo.
Una de las obras literarias más macabras que se convirtió en todo un clásico a la hora de contarles un cuento a los chicos, es la historia de "Hansel y Gretel" de los hermanos Grimm. Un relato sobre la muerte, el abandono y la avaricia, que tuvo sus adaptaciones a la pantalla grande en forma de musical animado y en live-action. Sin duda alguna faltaba la adaptación siniestra y maravillosa que la historia se merecía y el nuevo trabajo de Pil-Sung Yim está muy cerca de serlo.
Probablemente la mejor película de terror que vamos a ver este año. En realidad esta película es tan grosa que excede al cine de horror y no se la puede catalogar en un solo género. Hansel y Gretel es otra clara muestra del buen momento que atraviesa el cine de Corea del Sur, donde no paran de brindar propuestas de gran calidad en diversos géneros. Muy especialmente en lo que se refiere a policiales e historias de suspenso donde hoy están por arriba de las cosas que se hacen en Hollywood y Europa. Hanzel y Gretel es la segunda película del director Pil-Sung Yim, quien en el 2005 se destacó con el thriller de horror Antarctic Journal, donde demostró un gran dominio de la narración a la hora de establecer atmósferas aterradoras y de suspenso. Este director todavía no la pegó en su país con un éxito comercial pero creo que va a ser cuestión de tiempo para que pueda combinar los filmes interesantes que brinda con el suceso en la taquilla. Hoy mucho se llenan la boca elogiando a Chan Wook-Park (Old Boy) por su últimos filmes cuando la realidad es que sus primeros trabajos fueron horribles y no llevaban gente a los cines. Cuando estaba a punto de dedicarse a otra cosa la pegó en el 2000 con esa gran historia que fue Joint Security Area y su carrera no volvió a ser la misma. En el caso de Pil-Sung Yin con sólo dos filmes se convirtió en un cineasta muy interesante para seguir que recibió más elogios de la prensa internacional que la de su propio país. El relato de Hansel y Gretel es una joya literaria de los Hermanos Grimm, que aunque siempre se presentó como un lindo cuento de hadas es un relato que tiene todos los elementos de una buena propuesta de terror. Dos niños descubren una casa hermosa fabricada con dulces donde en su interior reside un macabro secreto. Es la residencia de una bruja caníbal. Este estreno no es una adaptación literal de ese cuento pero brinda un gran film aterrador que toma los elementos clásicos de la famosa obra de los Grimm. La película presenta un gran combo de cosas que últimamente no se ven en Hollywood en este género. En primer lugar tenemos un director que sabe narrar una historia y enganchar al espectador con grandes climas de suspenso de manera creativa, sin caer en clichés vistos miles de veces. Como mencioné antes Hansel y Gretel es difícil de clasificar en un solo género ya que atraviesa por distintas etapas durante su desarrollo. Si bien gran parte del film se centra en el terror psicológico, tiene algunos momentos de humor e inclusive el final resulta muy emotivo, cuando se revelan todos los secretos. Se trata de una película que está emparentada con lo que hizo Guillermo del Toro en El laberinto del Fauno, que tampoco se enfocaba exclusivamente en el horror y la historia generaba distintas emociones. Los actores son increíbles, especialmente los niños que son protagonistas de algunos momentos escalofriantes que hacen que este film sea fascinante. Desde los aspectos técnicos la película es excelente. El trabajo impresionante que presentó el diseñador de producción Ryu Seong-hee (The Host, Memories of murder) es alucinante, y te deja sorprendido con esa casa supuestamente idílica que luego se convierte en una pesadilla para el protagonista. En una época donde el cine de terror, especialmente el norteamericano, se volvió artificial con efectos visuales pedorros generados por computadora, ver escenarios tan artesanales como los que presenta Hansel y Gretel que llevaron meses de laburo es un placer que se celebra. Lo mismo se puede decir de la espectacular fotografía y los efectos especiales y una muy buena banda sonora que por momentos nos recuerda a los trabajos de Danny Elfman. No es otra historia de fantasmitas vengativos de Asia. Hansel y Gretel brinda un cuento original, que tiene sus sorpresas al final donde se tocan temas serios y jodidos que no voy a mencionar para no adelantar nada de los personajes. No cierro la puerta para alguna sorpresa que se pueda estrenar de acá a fin de año, pero dudo que Hollywood ofrezca en este género algo a este nivel. A mi me encantó y definitivamente la recomiendo.
Atrapado sin salida Tenebroso filme coreano centrado en el maltrato a chicos. El cuento Hansel & Gretel , de los hermanos Grimm, es, entre muchas otras cosas, un festín para psicoanalistas. La película Hansel & Gretel , de Pil-Sung Yim, también. Y para fanáticos del cine fuerte. Y para cinéfilos en general: al menos, durante tres cuartos de su duración. Este filme coreano, de 2007, no es una adaptación del clásico infantil sino una historia de terror y opresión que se basa, en todo caso, en ciertos tópicos del cuento, como la paternidad enfermiza y el maltrato a los hijos. La primera hora es la más lograda: porque genera tensión, misterio, angustia y asfixia con acertados elementos narrativos y formales. El relato, moroso pero jamás aburrido, inquieta sin sobreexplicaciones. Los rubros técnicos están manejados con delicado talento, especialmente la fotografía. Los ámbitos, una casa llena de juguetes y adornos navideños, en el centro de un bosque frondoso, laberíntico y oscuro, transmiten claustrofobia con razón: de ellos no se puede salir. En el comienzo, un hombre que está por ser padre y cuya madre está enferma, sufre un accidente en una ruta. Tras perder el conocimiento, se despierta en un bosque, donde encuentra a una nena que lo conduce hacia su casa, hundida en medio de las murallas arboladas. Ahí viven ella, sus dos hermanitos, y los padres de los tres. Detrás de la cordialidad, se percibe la amenaza: todo está, en principio, levemente trastocado. El realizador nos ubica en la gradual intriga, que luego será desesperación, del recién llegado. La construcción de una atmósfera siniestra –que presagia tragedia- funciona, a través de detalles, a la perfección: un comentario como “todos hacen lo mismo que él”, una gota de sudor rodando frente abajo, una forma de rascarse el cuello, un reloj sin agujas, todo genera un clima irrespirable. La súbita desaparición de los padres y la llegada de una pareja adulta que dice haberse perdido en el bosque (un diácono y una mujer violenta) aumentan la tensión, que sigue creciendo en secuencias por momentos oníricas, por momentos fantasiosas, por momentos terroríficas. “Los niños y el diablo se educan igual”, dice el diácono. Todo indica que estamos ante ángeles o demonios. ¿Pero quién es quién? La segunda parte, que es mejor no revelar, incluye escenas durísimas -con chicos sometidos a situaciones tortuosas-, que no serán fácilmente digeridas por algunos espectadores. Además, en los últimos veinte minutos, el director incurre en algo que había evitado hasta entonces: las explicaciones y subrayados del origen de la tragedia. Y ya se sabe: en el terror, como el sexo, es menos efectivo lo visto que lo entrevisto.
Perversa versión de Hansel y Gretel El film abreva en el cuento de los hermanos Grimm Hansel y Gretel , original de los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm, inspirado en viejos relatos orales, es una historia muy cinematográfica. A tal punto que mientras aquí se conoce, tres años después de su estreno, esta versión del coreano Yim Phil-sung que mete el dedo en la llaga de las convenciones, el norteamericano Michael " Transformers " Bay prepara una versión en 3D que se rodará en marzo de 2011 con estreno asegurado a finales de ese mismo año para regocijo del público pochoclero. Con la perversa oscuridad que caracterizó buena parte de la producción de estos bibliotecarios y recopiladores de historias alemanes, que ellos mismos advertían no habían sido escritas para ser leídas a los niños, Yim Phil-sung aborda la aventura de estos dos niños despreocupados de qué dirán quienes prefieren las adaptaciones al pie de la letra, mucho menos de los que piensan al cine como un entretenimiento excitante resultante de montajes adrenalínicos. En 2002, y en el ensayo Matando monstruos (Por qué los niños necesitan fantasía, superhéroes y violencia imaginaria) , el analista Gerald Jones señaló que "los adultos invertimos tanto tiempo tratando de esquivar nuestras fantasías y sentimientos más hondos que la imaginación visceral y cruda de un niño puede producir en nosotros un impacto perturbador". Y eso es lo que ocurre en esta versión muy libre de Hansel y Gretel , ceñida a la idea medular del relato de transmisión oral, si bien gráficamente distinto, igual de perturbador, producto de poner al espectador adulto de cara a fantasías en extremo oscuras y contradictorias. Esta vez, el protagonista es un adulto de hoy encerrado en una casa, en medio del bosque, dominada por niños que poco a poco convierten ese sin salida en un juego siniestro. La parsimonia con que se desencadenan los hechos, en ningún momento desmedidos, explícitos o de "golpe bajo", molestan mucho más al espectador sensible, que se ha dejado llevar por la fuerte fantasía que propone el cineasta, que un borbotón de sangre saliendo de la pantalla por oficio de un juego óptico. En ese sentido Hansel y Gretel hace cómplice al espectador con una magia menos efectista. Si bien tanto climas como ritmo son funcionales, es importante advertirlo, pasada la hora y media hay que tener mucha paciencia para seguir en juego sin parpadear, o querer salir a tomar un poco de aire fresco. Quizá si el director, también coguionista, hubiese elegido ser un poco menos machacante facilitaría la tarea al espectador, resistir estas dos horas y pico de una manera menos sacrificada y, en consecuencia, permitiría además un mejor disfrute del sesgo de perversión que tanto apasionó a los Grimm hace casi dos siglos y por lo visto sigue -y seguirá- pasando, y mutando, de generación en generación.
Terror coreano Como quien tira un rompecabezas al aire y después lo rearma, sin sentirse obligado a poner cada pieza en el lugar que tenía. Así parece haber procedido el coreano Yim Pil-sung con el cuento “para niños” de los hermanos Grimm, devolviéndolo a su condición de cuento de terror. Visto desde hoy, es increíble que durante el siglo XIX y parte del XX se les hiciera leer a los pequeños la historia de dos huerfanitos perdidos en medio del bosque, que van a parar a casa de una bruja, están a punto de ser cenados y en venganza terminan horneándola. Tras lo cual viven felices y comen perdices. En esta relectura asiática los niños no son espectadores potenciales, sino víctimas. Pero ojo, también victimarios. Como en el cuento: confirmación de la fidelidad que Yim (autor también del guión) mantiene para con el original, más allá de cambiar casi todas las piezas de lugar. Exhibida en unos cuantos festivales internacionales en los últimos años (incluido el Bafici 2009), en el opus 2 de Yim Pil-sung hay un bosque de cuento de hadas, unos chicos raptados (pero sólo en un flashback), algo parecido a una bruja (pero dura poco), carne humana servida para la cena (pero no carne de niño) y alguien cocinado al horno (pero no es la bruja). El resto consiste en una serie de desplazamientos, aggiornamientos y recomposiciones. Empezando por el protagonista, aquí un viajero llamado Eun-soo, que tras sufrir un accidente automovilístico es rescatado por una niña (vestida como Caperucita), yendo a parar a su casita. Que en lugar de chocolate exhibe el cartel más mentiroso del mundo: “La casa de los niños felices”. La nena y sus hermanos (uno mayor, de 12; una menor, de 7) viven allí con papá y mamá. ¿O no son papá y mamá? Ya aparecerán más tarde cierto diácono y su señora, lo más parecido a un ogro y una bruja que pueda hallarse por las inmediaciones. Fotografiada con densos filtros de luz, tonos saturados y lentes deformantes, una sensación de asfixia permanente se respira en Hansel y Gretel. La sensación obedece tanto al efecto “ángel exterminador” del bosque como a la sobrecarga de empapelados, tapizados y decoración con motivos infantiles con que la casita abruma a anfitriones y visitantes. Producto de esa saturación y artificio, los conejitos terminan volviéndose aquí tan siniestros como en una de David Lynch, y en verdad el tono enrarecido bien podría calificarse de lynchiano. Ese tono y el modo laberíntico con que los motivos más diversos se enrevesan. Desde cierta historia de abuso infantil hasta el peso de una maldición, pasando por los poderes telekinéticos de uno de los niños, cierta cristalización temporal que está en la base de la historia, la conversión de una señora en muñeca de porcelana y el embutimiento de otra en un árbol de las inmediaciones. Yim tiñe de perversión, melancolía y abandono todas y cada una de las relaciones entre el mundo adulto y el infantil, que la película multiplica y universaliza, en un sistema de ecos incesantes. La melancolía es el sentimiento prevalente a la larga, en una película a la que no le hubiera venido mal un recorte de veinte minutos o media hora. Cuestión de evitar repeticiones y alargamientos, sobre todo en su último tramo.
El lado oscuro del cuento Un hombre de negocios llamado Eun-soo (Chun Jeong-myoung) sufre un percance durante un viaje en coche y se ve de pronto atrapado en un bosque oscuro y misterioso. A través de este paisaje onírico encuentra a una niña que lo lleva a su casa, en la que vive junto a su familia, y muy pronto Eun-soo advierte que detrás de una cierta apariencia de apacibilidad, tanto la casa como el bosque ocultan sus propios misterios. Aislado, sin señal en su teléfono celular y preocupado por su novia embarazada, Eun-soo trata de encontrar la forma de lidiar con esta particular situación, para eventualmente escapar. No tardará en darse cuenta que ese sitio y sus habitantes forman parte de una trama macabra de sucesos que su presencia contribuye a precipitar. El trabajo de Yim Phil-sung podría considerarse un punto de convergencia entre fantasía, drama y suspenso; una mixtura que se ha explorado en otros filmes y que, al modesto entender de quien escribe, tiene a Guillermo del Toro como el más claro exponente en estas latitudes. Si a esta combinación, en la que invariablemente la proyección infantil tiene un peso específico y relevante, le sumamos el terror, entonces se podría hablar de un nuevo ángulo para explorar el cine. En ese sentido la literatura infantil (sobre todo la medieval y neogótica) abunda en relatos plausibles de ser llevados al cine como si de un lado B se tratase. Este cuento clásico de los hermanos Grimm abarca, para más detalles, todos los aspectos más oscuros de la infancia: la ausencia de los padres, la amenaza de lo desconocido, lo extraño como fuente de perturbación y la pérdida de la inocencia. La eficaz puesta en escena, la belleza escalofriante de los ambientes y escenarios, la expresividad justa en sus personajes, constituyen una revisión interesante de dichos aspectos, con la suma de algunos factores más inmediatos y modernos, que enriquecen visual y narrativamente el relato. Este podría ser uno de los filmes con mayor atraso estrenados en nuestras pantallas, pero merece ser tenido en consideración por los afectos a un género que, lejos de su apogeo, aún puede ofrecer interesantes sorpresas. El terror oriental quizá no vuelva como la ola que alguna vez supo ser, pero cada tanto ofrece una pequeña perla. Es el caso de esta versión de "Hansel y Gretel".
La casa de los niños felices Durante la última década ha surgido del cine surcoreano un puñado de realizadores que con el correr de los proyectos se fueron estableciendo como fuerzas creativas con una voz propia mucho más que interesante. En términos concretos cabe decir que directores como Park Chan-wook, Bong Joon-ho y Kim Ji-woon han aportado un espíritu de renovación como ya prácticamente no existe en el panorama internacional, estancado en una medianía que nos deja presos de los grandes apellidos y en buena parte anula las sorpresas o excepciones. De hecho, para ratificar esta aseveración hoy llega desde esas geografías la atrapante Hansel & Gretel (2007), película que participó en la edición 2009 del BAFICI. Como su título lo indica, estamos ante una reformulación del cuento de hadas germano registrado en el siglo XIX por los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm. En este caso la premisa que desencadena la historia arranca más bien en el final del susodicho, esquivando con inteligencia la simple traslación del clásico: con la horrible señora en el horno, los chicos deciden no volver con sus padres y literalmente quedarse en la morada de la bruja acumulando suspicacia para con el mundo de los adultos. El segundo largometraje de Yim Pil-sung se centra en tres nenes que dominan al dedillo la fábula original debido a que sus experiencias en esta vida han sido bastante similares, por lo menos tristes y desafortunadas. El guión de Yim y Kim Min-sook comienza con el accidente automovilístico de Eun-soo (Cheon Jeong-myeong) en una carretera desierta que bordea un bosque. Con una novia embarazada de cuatro semanas y una madre enferma, el hombre apenas si logra salir del vehículo para pronto desvanecerse en un paraje rodeado de arboles. Al despertar descubre que anocheció y una nena llamada Young-hee (Shim Eun-kyung) se ofrece a llevarlo hasta su hogar con la ayuda de un farol. Allí se encuentra con un cartel de bienvenida a “la casa de los niños felices” y conoce a los dos hermanos de la pequeña, el mayor Man-bok (Eun Won-jae) y la menor Jung-soon (Jin Ji-hee), junto a dos adultos que afirman ser sus padres. Todo se complica cuando a la mañana siguiente intenta en vano hallar el camino de regreso hacia la ruta, así una y otra vez cual Hechizo del tiempo (Groundhog Day, 1993) termina donde comenzó el recorrido. La situación empeora al segundo día: luego de una discusión nocturna a espaldas de los jóvenes, el matrimonio desaparece dejándole a Eun-soo una nota en la que le solicita que “cuide” a sus hijos… En la línea de las recientes El Orfanato (2007) y El Laberinto del Fauno (2006), esta lúgubre fantasía sobre el maltrato infantil juega constantemente a dos puntas entre el egoísmo inclaudicable de los niños y los impulsos destructivos de los mayores, esos que brotan de las más terribles compulsiones. Amparado en el excelente diseño de producción de Ryu Seong-hie, Yim trabaja con paciencia y en forma cíclica la relación entre los hermanos y el huésped/ prisionero por un lado y la de éste último con su entorno/ cárcel por el otro. Como los protagonistas poseen “capacidades” diferentes, las cuales incluyen la telepatía, el animismo específico y la psicoquinesis; cada uno interpreta a su modo la faena de Eun-soo en pos de abandonar ese paraíso privado que los chicos han construido ajenos a la sociedad. La satisfacción de todos los involucrados peligrará a partir de la aparición de un villano fanático religioso símil La Noche del Cazador (The Night of the Hunter, 1955): la moraleja final golpea a puro rigor…
Seductora y lúcida vuelta de tuerca al célebre relato de los hermanos Grimm Este seductor y lúcido relato, que aparece como una revisión del clásico de los hermanos Grimm (Jacob Ludwig Carl y Wilhelm Carl), es en realidad una vuelta de tuerca sobre la indefensión de los niños en un mundo manejado por adultos A partir de un diseño de producción descarnado una dirección de arte acorde a ese esquema, y una fotografía del mismo orden, que tiene como resultado una empatía directa del espectador desde su apertura, desde las primeras imágenes, es acompañada por una banda de sonido muy incitante. La narración nos introduce en la historia de un joven que, por usar el celular mientras conduce, tiene un accidente. Cuando se recupera del desmayo se encuentra en medio de un bosque. Young-hee, una chica que vive en una casita ese lugar, lo encuentra y lo lleva solidariamente con su familia. Que no es exactamente lo que aparentan ser, una familia tipo con tres hijos, de los cuales ella es la del medio. Uno de los más logrados puntos es esta realización es el trabajo de los actores, logro que se le debe atribuir al cuidadoso esmero de su director Phil-sung Yim. Es verdad que salvo por los rasgos de sus personajes esta película esta bastante distante de la estructura narrativa y de la estética oriental, se podría decir que más bien esta muy cerca de la occidental, (al igual que el cine de Akira Kurosawa). Es un cuento infantil, pero no es ingenuo, el terror esta dado por el discurso puro, es decir, no trata de endulzar nada, la “metáfora” del abuso mostrada en forma descarnada.
Cuentos de miedo Hansel y Gretel trabaja con aquello que los cuentos infantiles originales dejan aflorar y con la perversión infantil que Freud supo exponer. El terror es un género que siempre está vigente pero, desde hace un tiempo, en occidente necesitó del gore para revitalizarse y recuperar el lugar del que el terror oriental fue apropiándose. Sin abuso de baños de sangre o descuartizamientos (o planteándolos con un realismo que asombra y aterra y evita la exageración fantasiosa) sino más bien con un manejo de lo psicológico que, sumado a la diferencia de cosmovisión, aportó un aire nuevo que renovó los miedos en la platea. Quizá últimamente lo distintivo se volvió fórmula pero siempre queda algún resquicio por donde se cuelan los temores más primarios. Hansel y Gretel puede ser un buen ejemplo. Trabajando con aquello que los cuentos infantiles originales (no las versiones expurgadas que la mayoría conoce) dejan aflorar y que Propp supo analizar en sus obras (“Las raíces históricas del cuento”, “Morfología de los cuentos” y “Cuentos de hadas”) y con la perversión infantil que Freud supo exponer, el film coreano nos ofrece una (re)visión del conocido relato folklórico. Un joven luego de un accidente automovilístico se encuentra perdido en un bosque. Una pequeña lo lleva hasta su casa de ensueño. En ella habita una familia muy especial que le brinda asilo. De pronto se da cuenta de que no tiene manera de salir de allí y regresar a su lugar. Sin la presencia de los progenitores los 3 niños del hogar parecen volverse un peligro y exhibirán un poder para retenerlo que, a medida que el tiempo pase, revelará secretos innombrables. Lo que puede reprochársele al filme es una extensión que hace que todo el misterio y el terror que siembra en su comienzo, -donde el trabajo con lo onírico y las alegorías simbólicas nos mantienen expectantes y con el corazón en la boca; donde sus puestas en escena, sus encuadres y sus actuaciones son funcionales y precisas y crean una asfixia insoportable-, vayan diluyéndose, reforzada esta pérdida con las explicaciones de los traumas y las remanidas justificaciones psicologistas. Más allá de los reparos observados Hansel y Gretel es un entretenimiento que conserva su originalidad y cumple con su función de asustar, que no es poco.
No están muy claros los motivos del éxito que tuvo el cine de terror oriental en la Argentina hace algunos años. Algo le vimos (o creímos ver) que nos hizo enfrentarlo con el género en su vertiente más tradicional, choque del que las películas orientales parecían salir ganando siempre: éstas no eran explicativas, le rehuían a la psicología, abusaban menos de los sustos, sabían construir mejor los climas (era un cine de climas, evidentemente) y se nos hablaba de nuevos espacios posibles para el terror (la ciudad era el más frecuentado). Pero a medida que las películas llegaban (las bajábamos o comprábamos piratas, muy pocas veces se estrenaban) empezó a traslucirse cada vez más el hecho de que el terror oriental era una especie de género en sí mismo altamente convencionalizado y con una rigidez que dejaba poco lugar a las innovaciones. Fantasmas de pelo largo y vestidos mojados (el “síndrome Sadako”, casi una peste) o chicos con caras de pocos amigos, todos estaban malditos por algún acontecimiento del pasado y pedían ser escuchados para liberarse de su condición de espectros. Así puede resumirse el argumento de la gran mayoría de las películas de terror japonés. No por nada muchas de esas películas, como Dark Water, Ju-On (las dos), la trilogía de Ringu, Kairo o The Last Call, tuvieron remakes estadounidenses: algo de su previsibilidad y esquematismo le interesó a la industria norteamericana, lastres que nosotros no terminamos de percibir hasta un tiempo después. Claro que Japón no era el único país que integraba esa categoría tan poco precisa del terror asiático (más bien tendría que hablarse de “j-horror”, o sea, de terror japonés). Hansel y Gretel es la primera película de terror coreana que veo, y lo primero que se me ocurre es que seguro no vaya a ser objeto de remake, sobre todo por el regodeo en el clima y la poca atención que el director le dirige a la tensión. Una casa encantada en medio del bosque habitada por tres chicos recibe a visitantes que se alejan de la ruta. Los chicos quieren que los adultos se queden con ellos y sean sus padres, y los que tratan de escapar, o bien se pierden en la espesura del bosque y vuelven a la casa, o les va mucho peor. Mientras mantiene algo de misterio en la trama, la película entretiene incluso a pesar del abuso que la puesta en escena hace de la imagen de la casa y los chicos, siempre pretendidamente siniestros, siempre queriendo esconder algo terrible (hay planos medio ampulosos que parecen sacados de una película de Torre Nilsson). Pero cuando el conflicto empieza a revelarse, el relato se va todo en averiguar el pasado de los chicos, incluso recurriendo a largos flashbacks que hacen las veces de parches narrativos aburridos que sobreexplican hasta el hartazgo a los personajes. Para colmo, como remate final de tanta medianía e impostación, el director confía poco en su público y por eso, a cada revelación o dato nuevo, interrumpe la acción insertando imágenes que nos recuerdan de qué se está hablando, no sea cosa que se nos escape alguna vuelta de tuerca.
El cuento de nunca acabar Dicen que la tercera es la vencida... bueno para Hansel & Gretel, la versión coreana -y macabra- de la fábula clásica de los Hermanos Grimm, el número de la suerte (¡y que las hay, las hay) sí... es el siete. Este film pareció estar maldito para las salas locales y se postergó su estreno en ¡seis oportunidades!. Dejando de lado esta introducción ideal para este tipo de largometrajes, el film no se basa en la cruel realidad europea de posguerra donde los padres abandonaban a sus hijos en el bosque por la hambruna imperante. No, no... el director coreano Yim Phil Sung (Antartic Journal, Baby) deja de lado la fantasía infantil para meter al espectador en un sórdido mundo de abandono, maltrato y mucho suspenso. Eun-soo (Chun Jeong-myoung) está distraido pensando en su futura paternidad y la enfermedad que aqueja a su madre. Mientras viaja en su automóvil, cavila la situación y repentínamente pierde el control del vehículo sufriendo un accidente. Sale ileso de milagro aunque pierde el conocimiento. Esa laguna mental es aprovechada por la mano de un profuso bosque que lo adentra más y más en sus entrañas. Luego de transitar la espesura del terreno descubre una casa digna de fábula... pero macabra. Objetos navideños por doquier y tres hermanitos que viven misteriosamente solos. Man-bok es un muchachito lleno de imaginación, aunque muy orgulloso y perverso si se lo enfrenta. Como el inefable guardián de esta familia huérfana, es el que genera mayor tensión a la hora de relacionarse con el adulto recién llegado. La preadolescente Young-hee (que siempre desaparece por las noches) es muy curiosa y comparte una sutil química con el forastero. Quizás un despertar sexual -que su hermano percata- aumenta su ira y celos contra el adulto a quien logra cautivar en base a historias fantásticas. Por último, Jung-Soon, la más pequeña, juega a solas con sus descabezadas muñecas y ositos de peluche destripados. Su sensibilidad (histeriqueo insoportable a veces) hace que Eun-soo pierda los estribos con ella y desate una furia inhumana del sobreprotector hermano mayor. La relación de los niños con el mundo adulto, el deseo -y dolor- de crecer junto a las escenas (fuertes) de maltrato, ajustará a la batuca al espectador ducho en películas de este tipo. Climas asfixiantes y opresivos muestran como la llegada de un un diácono y una mujer, con carácter algo violento, tensa aún más la cuerda en la relación de los chicos con el mundo adulto. Las escenas más escalofríantes a veces se desarrollan en un ático, rincón de la vivienda donde se vivirá una película aparte, digna para aquellos fanáticos de films como Sexto Sentido, Los Otros o las sagas de El Ojo. Un párrafo aparte para las afueras de la vivienda, un espacio angelical en invierno, donde se desarrolla el desenlace de la historia, lo más jugoso Una enigmática puerta azul -en medio del bosque- develará secretos de archivo en una película que muta de la asfixia al desahogo, deshojando una fábula macabra, el cuento de nunca acabar.