Hansel & Gretel

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Atrapado sin salida

Tenebroso filme coreano centrado en el maltrato a chicos.

El cuento Hansel & Gretel , de los hermanos Grimm, es, entre muchas otras cosas, un festín para psicoanalistas. La película Hansel & Gretel , de Pil-Sung Yim, también. Y para fanáticos del cine fuerte. Y para cinéfilos en general: al menos, durante tres cuartos de su duración. Este filme coreano, de 2007, no es una adaptación del clásico infantil sino una historia de terror y opresión que se basa, en todo caso, en ciertos tópicos del cuento, como la paternidad enfermiza y el maltrato a los hijos.

La primera hora es la más lograda: porque genera tensión, misterio, angustia y asfixia con acertados elementos narrativos y formales. El relato, moroso pero jamás aburrido, inquieta sin sobreexplicaciones. Los rubros técnicos están manejados con delicado talento, especialmente la fotografía. Los ámbitos, una casa llena de juguetes y adornos navideños, en el centro de un bosque frondoso, laberíntico y oscuro, transmiten claustrofobia con razón: de ellos no se puede salir.

En el comienzo, un hombre que está por ser padre y cuya madre está enferma, sufre un accidente en una ruta. Tras perder el conocimiento, se despierta en un bosque, donde encuentra a una nena que lo conduce hacia su casa, hundida en medio de las murallas arboladas. Ahí viven ella, sus dos hermanitos, y los padres de los tres. Detrás de la cordialidad, se percibe la amenaza: todo está, en principio, levemente trastocado.

El realizador nos ubica en la gradual intriga, que luego será desesperación, del recién llegado. La construcción de una atmósfera siniestra –que presagia tragedia- funciona, a través de detalles, a la perfección: un comentario como “todos hacen lo mismo que él”, una gota de sudor rodando frente abajo, una forma de rascarse el cuello, un reloj sin agujas, todo genera un clima irrespirable.

La súbita desaparición de los padres y la llegada de una pareja adulta que dice haberse perdido en el bosque (un diácono y una mujer violenta) aumentan la tensión, que sigue creciendo en secuencias por momentos oníricas, por momentos fantasiosas, por momentos terroríficas. “Los niños y el diablo se educan igual”, dice el diácono. Todo indica que estamos ante ángeles o demonios. ¿Pero quién es quién? La segunda parte, que es mejor no revelar, incluye escenas durísimas -con chicos sometidos a situaciones tortuosas-, que no serán fácilmente digeridas por algunos espectadores. Además, en los últimos veinte minutos, el director incurre en algo que había evitado hasta entonces: las explicaciones y subrayados del origen de la tragedia. Y ya se sabe: en el terror, como el sexo, es menos efectivo lo visto que lo entrevisto.