Hansel & Gretel

Crítica de Claudio D. Minghetti - La Nación

Perversa versión de Hansel y Gretel

El film abreva en el cuento de los hermanos Grimm

Hansel y Gretel , original de los hermanos Jakob y Wilhelm Grimm, inspirado en viejos relatos orales, es una historia muy cinematográfica. A tal punto que mientras aquí se conoce, tres años después de su estreno, esta versión del coreano Yim Phil-sung que mete el dedo en la llaga de las convenciones, el norteamericano Michael " Transformers " Bay prepara una versión en 3D que se rodará en marzo de 2011 con estreno asegurado a finales de ese mismo año para regocijo del público pochoclero.

Con la perversa oscuridad que caracterizó buena parte de la producción de estos bibliotecarios y recopiladores de historias alemanes, que ellos mismos advertían no habían sido escritas para ser leídas a los niños, Yim Phil-sung aborda la aventura de estos dos niños despreocupados de qué dirán quienes prefieren las adaptaciones al pie de la letra, mucho menos de los que piensan al cine como un entretenimiento excitante resultante de montajes adrenalínicos.

En 2002, y en el ensayo Matando monstruos (Por qué los niños necesitan fantasía, superhéroes y violencia imaginaria) , el analista Gerald Jones señaló que "los adultos invertimos tanto tiempo tratando de esquivar nuestras fantasías y sentimientos más hondos que la imaginación visceral y cruda de un niño puede producir en nosotros un impacto perturbador". Y eso es lo que ocurre en esta versión muy libre de Hansel y Gretel , ceñida a la idea medular del relato de transmisión oral, si bien gráficamente distinto, igual de perturbador, producto de poner al espectador adulto de cara a fantasías en extremo oscuras y contradictorias. Esta vez, el protagonista es un adulto de hoy encerrado en una casa, en medio del bosque, dominada por niños que poco a poco convierten ese sin salida en un juego siniestro.

La parsimonia con que se desencadenan los hechos, en ningún momento desmedidos, explícitos o de "golpe bajo", molestan mucho más al espectador sensible, que se ha dejado llevar por la fuerte fantasía que propone el cineasta, que un borbotón de sangre saliendo de la pantalla por oficio de un juego óptico. En ese sentido Hansel y Gretel hace cómplice al espectador con una magia menos efectista.

Si bien tanto climas como ritmo son funcionales, es importante advertirlo, pasada la hora y media hay que tener mucha paciencia para seguir en juego sin parpadear, o querer salir a tomar un poco de aire fresco. Quizá si el director, también coguionista, hubiese elegido ser un poco menos machacante facilitaría la tarea al espectador, resistir estas dos horas y pico de una manera menos sacrificada y, en consecuencia, permitiría además un mejor disfrute del sesgo de perversión que tanto apasionó a los Grimm hace casi dos siglos y por lo visto sigue -y seguirá- pasando, y mutando, de generación en generación.