Hansel y Gretel: Cazadores de brujas

Crítica de Luciana Boglioli - La Capital

El fin de la magia

Hansel y Gretel, sí, esos niñitos inocentes que tras perder el rastro de las miguitas de pan para volver a su hogar fueron capturados por una bruja malvada que los quería engordar para comérselos, no son los que pone en pantalla la nueva adaptación del cuento de los hermanos Grimm de la mano de Tommy Wirkola. Su calificación apta mayores de 16 años es una explícita advertencia que lo que se verá está muy lejos de un cuento infantil. “Hansel y Gretel, cazadores de brujas” es una historia signada por la violencia brutal (extra) sangrienta y se ve hasta un desnudo total. El filme se sitúa 15 años más tarde de que los hermanos lograron sobrevivir a la bruja y su casa de golosinas. E intoxicados por la sed de venganza, Hansel y Gretel se dedican profesionalmente al exterminio de brujas. Con guiños al cine gore, la película hace uso y abuso de los episodios violentos de principio a fin, donde corren litros de sangre por doquier, el uso de las armas es moneda corriente y la brujería queda bloqueada por las armas ultra modernas. Ésta, como otras adaptaciones de clásicos infantiles como “Blancanieves y el cazador”, “Espejito, espejito” marcan, lamentablemente, una tendencia a violentar las historias y sobrecargarlas de efectos especiales para que parezcan actuales, despojándolas de todo rastro de ingenuidad que tenían las versiones originales, si bien eran historias crueles y trágicas. Esta película suplanta los poderes sobrenaturales por las armas, señalando el fin del poder de la magia. La fantasía ausente en la pantalla grande, ahora es exclusiva de los libros de cuentos, donde la violencia sólo queda librada a la imaginación.