Hansel y Gretel: Cazadores de brujas

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Con espíritu ultra bizarro

Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas recrea el cuento clásico de los hermanos Grimm con fines inconfesables y en mi opinión, contra todos los pronósticos, se sale con la suya. Justificar este aserto, sin embargo, puede caer en el subjetivismo absoluto. El filme del noruego Tommy Wirkola (Dead Snow) de algún modo se sobrepone a los prejuicios en ciernes después de las malas experiencias que vivimos recientemente con las recreaciones de las historias de Caperucita Roja y Blancanieves. Creo que la gran diferencia con La Chica de la Capa Roja y Blancanieves y el Cazador es la personalidad explosiva de Wirkola que mezcla sin titubeos el gore más impactante visto en una sala de cine de un tiempo a esta parte con la acción desaforada que le permite una producción holgada aunque en rigor el espíritu de la clase “Z” sobrevuela constantemente el relato. De acuerdo a cómo puedan asimilar los espectadores las características extremas de esta aventura con elementos de horror magníficamente ensalzada por el uso del 3D, se disfrutará más o menos del convite. Almas sensibles y buscadores de filmes de qualité: esta no es su película. Sépanlo.

La trama desarrollada por el propio Virkola junto a D.W. Harper es poco fiel al cuento de hadas y sólo respeta parcialmente su punto de partida. Recordemos que los hermanos, siendo apenas unos niños, son abandonados en el bosque por sus padres. Luego de esa escena en Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas hay una elipsis que deja afuera el regreso a casa a través del camino de piedras, y el segundo abandono con el plan del sendero de migas de pan malogrado por los pájaros hambrientos. Corte al hallazgo de la casa de la bruja construida en base a caramelos, chocolates y diversos dulces y la posterior captura de los chicos. La muerte de la anciana en el horno es la última coincidencia con la famosa historia recopilada por los Grimm. A partir de esta confrontación la adaptación toma por carriles insólitos. El concepto a vender: pasaron unos cuantos años y Hansel y Gretel ya son adultos y se dedican al pingüe negocio de cobrar una recompensa por cazar y matar brujas. Es un trabajo sucio pero alguien lo tiene que hacer… ¿o no?

Ya cómodamente instalados en este particular universo medieval lleno de anacronismos (por ejemplo las armas de fuego sofisticadas que utilizan los hermanos), Virkola no pierde ni medio segundo de la vertiginosa hora y media de metraje para dar rienda suelta a una imaginación tan salvaje como sus personajes principales. El nudo central del guión narra la llegada de Hansel (Jeremy Renner) y Gretel (la sexy británica Gemma Arterton) a un pueblo donde impiden la ejecución de una mujer (Pihla Viitala) acusada de bruja por el sheriff del lugar (el especialista en villanos Peter Stormare que aquí le va peor que en la prodigiosa El último Desafío). Convocados por el intendente Engleman (Rainer Bock) los cazadores se muestran ante la población tan arrogantes como confiados en su fuerza conjunta. Gretel exhibe sus buenos modales partiéndole la nariz de un cabezazo a Berringer y Hansel padece de una enfermedad en la sangre por la cantidad de golosinas que lo obligó a comer la bruja en su niñez (!). Para combatirla se inyecta un preparado cada tantas horas que le estabiliza el metabolismo. Cualquier semejanza con la diabetes…

El motivo de la contratación de estos posmodernos cazarecompensas es la desaparición de varios niños. Detrás de estos secuestros se encuentra una Gran Bruja, la maléfica Muriel (una decente Famke Janssen), quien desde hace siglos intenta llevar a cabo un ritual que le permita resistir -a ella y a sus congéneres- el único elemento que las destruye: el fuego. Paralelo a esto se van produciendo revelaciones sobre el origen de Hansel y Gretel que no serán de una creatividad abismal pero que al menos le agregan un par de vueltas de tuercas al lineal argumento. Una criatura solitaria magníficamente diseñada por el que Virkola y su socio merecen una nota sobresaliente (hago extensible la felicitación al equipo de efectos) es el troll Edward (la voz pertenece a Robin Atkin Downes) que se roba varias escenas con total justicia. Edward no sólo resulta creíble sino que también emociona. No se puede decir lo mismo de ningún otro personaje de la película. Los actores humanos superados por una creación digital. El futuro llegó, señores…

Esta versión pop bizarra de Hansel y Gretel es tan absurda que no se preocupa por lo ridículo que se ve Jeremy Renner, una elección de casting harto improbable para el rol protagónico masculino, al lado de su “hermana” Gemma Arterton. El actor de Vivir al límite le lleva quince años de edad a la inglesita. Esta peculiaridad refleja cabalmente la irreverencia con que Virkola ha tratado su material. La apuesta era riesgosa pero al noruego el capricho le salió bien: la película es realmente divertida.