Hanna

Crítica de Uriel De Simoni - A Sala Llena

Hanna es una adolescente de 16 años que, acostumbrada y reclutada por su padre, Erik Heller, vive como una ermitaña en los bosques de Finlandia junto a él, que pretende convertirla en una especie de arma letal, en un perfecto soldado de batalla que estará listo para enfrentar algún día a Marissa Wiegler, la asesina de su madre cuando tan solo era una bebe.

Como parte de su entrenamiento, la muchacha tiene: prohibido conocer el mundo moderno (con excepciones descritas a través de breves textos que su padre le obliga a recitar automáticamente, automatizándola), el deber de adiestrarse en el combate cuerpo a cuerpo y con diversas armas, el poder manejar varios idiomas (alemán, español, italiano, francés e inglés) y cazar animales salvajes.

El punto culmine de la vida de ermitaña se da cuando la joven rebela estar preparada para salir “afuera” y empezar una existencia normal, lo que le da el pié a Erik para efectuar un escape tras dar inicio a un rastreador por el cual vendrán a buscarlo y a ponerle fin.

La casa del bosque es atacada entonces horas más tarde de la partida del hombre y Hanna, sola, temerosa y asombrada por la revuelta que se arma al llegar la CIA a su hogar, cae víctima del hombre/tecnología para ser llevada a un centro donde la estudian y ponen en contacto con Marissa (una falsa, ya que la verdadera desconfía de las intenciones de la niña).

Hanna escapa del establecimiento y comienza una carrera contra el tiempo y los hombres de

Weigler en donde se reencontrará con su padre un (que se da a conocer como un ex-CIA), descubrirá su pasado, replanteará su presente y se preparará para un incierto futuro en la nueva normalidad, si es que así podrá llamarla.

Hanna, representa, con recursos repetidos y trillados, una historia que no se destaca por ser original, lo que no significa que sea poco entretenida, de hecho resulta, gracias al rico juego visual y sonoro (más las cuotas de acción que adornan el dramatismo), una forma más de ver un cine que pretende ser de género, pero sin jactarse de respetarlo por completo.

La historia de la joven Heller y su adaptación al mundo, nos avoca a filmes que nos presentan mujeres de corta edad como las heroínas absolutas y capaces de llevarse todo por delante mediante la ultra violencia, pero sin dejar los valores de lado: recibcibiendo entonces influencias de la genial Kick Ass (Kick Ass EE.UU. 2010) y la menos conocida historia de Chocolate (Chocolate, Tailandia 2008), comprendiendo entre ambas a la ermitaña que recorre Europa en busca de respuestas mientras es seguida por la CIA y organismos ilegales.

Por otro lado, respecto de la profundidad narrativa, la novela Un Mundo Feliz (A. Huxley, 1932), la historieta Cybersix (Trillo, Meglia, Argentina 1991) y la serie televisiva El Angel Negro (Dark Angel, EE.UU. 2000), comprenden un basamento creativo en donde varios de los aspectos de la manipulación genética, niños perfeccionados para ser soldados y la búsqueda de un pasado perdido (o hecho perder por aquellos que dominan el poder), son transmutados creando Hanna.

Remitiéndonos a los aspectos más técnicos del filme, dato no menor resulta el hecho de que el filme haya sido dirigido por Joe Wright, un artista ya consagrado por trabajos como Expiación (Atonement, Inglaterra 2007) y Orgullo y Prejuicio (Pride and Prejudice), donde da cuenta de su fabuloso talento gráfico. El director amante de los planos-secuencia, como el realizado magistralmente en Expiación, se anima, en Hanna, a uno sobre la llegada de Erik a la estación que sobrepasa las expectativas, ya por su movimiento perfectamente controlado, ya por su coreografía delimitada con exactitud, ya por su iluminación y colorimetría conjugándose con lo que se va narrando, creando un clima adecuado y calculado para que se funda con aquello que sucedió y lo que se sucederá.

El detalle clave, por ser modestos (ya que representa el punto más fuerte de la producción), se encuentra en el acierto respecto del impecable trabajo del soundtrack a cargo de The Chemical Brothers que, a través sintetizadores y elementos sonoros y efectos electrónicos, crean sucesivos climas que hacen a la historia de una complejidad extrema comparado a los otros filmes del director inglés.

Esta vez, con un guión escrito por un novato en cine, Seth Lochhead y la corrección y ultimación de detalles a cargo de David Farr, Wright nos entrega una película de calidad apta para el entretenimiento, alejándose de sus horizontes antes explorados y demostrando nuevamente, que es un artista digno de análisis y lleno de aciertos, sobre todo en la elección del elenco y en los juegos de planos descriptivos.