Hambre de poder

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

La hamburguesa y el sueño americano

Con la excelente "El sueño de Walt", el director John Lee Hancock había logrado un film histórico singular al narrar los esfuerzos de Walt Disney por adaptar al cine "Mary Poppins". Ahora, en un estilo similar, lleva a la pantalla algo aun más ambicioso, como la historia de la creación de la mayor cadena de comida rápida, McDonald's.

En parte, "Hambre de poder" es una película "chivo"; es decir, un film que publicita las bondades de la marca en cuestión, pero en parte no lo es. Inclusive se podría decir que no es este asunto lo que le más le importa al director, ya que Hancock se centra en los detalles misteriosos de este ícono de los negocios y también de la cultura pop. Y, finalmente, la película narra cómo un vendedor de enseres de cocina industrial le birló su idea y hasta su apellido a dos comerciantes obsesivos, Dick y Mac McDonald (los excelentes Nick Offerman y John Carroll Lynch), los verdaderos creadores del sistema que permitía que la orden de una gaseosa y una hamburguesa no demore media hora, sino tres minutos.

Michael Keaton ofrece un gran trabajo como el "fundador" al que se refiere el título original, es decir Ray Crock, el fracasado hombre de negocios que tuvo la visión de que los arcos dorados de la hamburguesería podían ser un símbolo parecido al de la cúpula de una iglesia a la hora de atraer a las familias. Hancock logra explicar curiosidades y misterios de esta odisea socio-gastronómica con un sólido pulso narrativo y un estilo particular de comedia dramática y film histórico, dotándolo con una excelente ambientación de época que se centra, sobre todo, en la segunda mitad de la década de 1950 y la primera de los '60. La misteriosa y original música de Carter Burwell también es un elemento esencial para darle climas personales a una muy buena película que se puede recomendar, inclusive, a los vegetarianos.