Halloween

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

Halloween, el clásico de 1978 de John Carpenter, fundador de un estilo de horror, cumple 40 años y con su celebración llega una nueva entrega del asesino enmascarado. Y si bien aquel film de finales de los setenta aún conserva el vigor climático que lo mantiene vivo y siempre efectivo, no muchos llegan con la misma vitalidad cuatro décadas más tarde… y ese es el caso de la obra de Gordon Green. El director de comedias realiza un fallido traspaso al género de terror con un producto que lejos está de hacer honor al film original.

Funcionando como una secuela directa de la primera, y eliminando de la línea temporal a todas las otras entregas de la saga, esta nueva Halloween situada en la actualidad nos presenta nuevamente al enigmático Michael Myers (la mismísima encarnación del mal) y a la única sobreviviente de aquella fatídica noche, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis). Ambos viven alimentándose del recuerdo de esa noche, del odio y el deseo de enfrentarse por última vez. Sin embargo, la historia se limita a reiterar con menos logros la misma estructura, tal vez intentando apelar a la nostalgia pero solo consiguiendo que se desarrolle como algo burdo que no posee ni el respeto ni la verdadera identidad de sus personajes.

Laurie ha pasado toda su vida preparándose para el momento en que el mal regresara, llevándola a sacrificar su relación con su hija y su nieta. La fortaleza adquirida por el personaje tal vez sea de lo mejor que tiene para ofrecer este film sin propósito o justificación alguna. Y es que Laurie ha convertido el dolor y el miedo en la armadura necesaria para poder confrontar a Myers e incluso tomar su lugar a la hora de invertir los roles para que el asesino caiga ante la fuerza de esta mujer dispuesta a todo para ponerle fin. Su personaje, y el lugar en el que se encuentra emocionalmente, le dan al film la pulsión necesaria para que uno pueda mantener el interés en una historia que, salvo por pequeñas excepciones, no se interesa por transmitir nada nuevo o ni siquiera medianamente sustancial —ni desde su puesta, ni desde su historia. Pero es Jamie Lee Curtis quien con su interpretación le otorga la fuerza y el espíritu que Michael Myers hace tiempo parece hacer perdido.

El film original se encargaba de aprovechar los pocos recursos y su estructura un tanto simplista para realizar distintas lecturas sobre la identidad de ese mal, su comportamiento frente a lo sexual y transmitir su presencia en cada plano, estuviese presente o no el personaje. Había desde la puesta de cámara un entendimiento del cine como transmisor de emociones, generando una relación de intimidad con la experiencia del espectador. Esa identidad de la figura terrorífica de Myers en esta secuela no tiene lugar ni significancia más que como una herramienta para desatar una serie de muertes a lo largo del relato. Claro que la original también buscaba eso, pero lo hacía en su tramo final con la intención de que todo lo previo mantuviera la tensión y el sutil horror que la cámara llevaba a cabo en su atmósfera. El film actual solo se aproxima a ello fugazmente, como por ejemplo en un excelente plano secuencia donde no solo se puede apreciar el horror que el asesino desata sino que también se puede vislumbrar esa presencia del mal que debería funcionar como una constante y que su director fracasa en sostener.

La secuencia de créditos iniciales reinterpreta la del film original. Esta vez el acercamiento a una calabaza de noche de brujas es presentado de forma inversa, donde se ve una calabaza consumida y destruida revirtiéndose para adquirir un aspecto vital, nuevo y macabro. Sin embargo, la ironía puede ser muy cruel y tanto con el asesino como con el film sucede todo lo contrario. Halloween se despedaza poco a poco, dejando tras de sí solo unos pequeños rastros a rescatar de todo lo bueno que podría poseer.

El psiquiatra encargado de analizar a Myers por tantos años, y que según lo que precisa la trama se convertirá por mero capricho narrativo en otro villano, implora a su paciente negado a hablar que diga algo. Lo mismo ocurría con otro de los personajes al comienzo de la historia. Los personajes le ordenan a Myers a hablar y éste nunca lo hará. De manera similar, la nueva Halloween se niega a decir nada con sus imágenes, a dejar interesantes lecturas a la hora de analizarla. Por supuesto que no tendría por qué hacerlo, pero cuando se tiene tras de sí cuarenta años de historia y un clásico indiscutible del cine de género, hay un compromiso a tomar para mantener el espíritu encendido cual vela de calabaza. Pero esta vela hace tiempo que se ha consumido y el Halloween de 2018 quizás sea mejor no celebrarlo.