Halloween

Crítica de Mariano Patrucco - EL LADO G

La nueva Halloween es una carta de amor en clave de homenaje a la película original y al género. Terrorífica, cruda, prolija y emocionante. La franquicia vuelve a levantarse de entre los muertos como Michael Myers de la mano de una Jamie Lee Curtis impecable.

El 27 de octubre de 1978 el cine de terror (y la industria cinematográfica en general) sería testigo de un estreno que cambiaría las cosas para siempre. El gran John Carpenter (Assault on Precinct 13, The Thing, Escape from New York) estrenaba su tercera película, una joya que se convertiría en una de las más influyentes y celebradas cintas de horror de todos los tiempos, y para algunos, la mejor): Halloween.

La película contaba con un presupuesto ínfimo (poco más de US$ 300.000) y apenas un actor conocido en el elenco (Donald Pleasence en el papel del Doctor Loomis) pero fue un éxito masivo que recaudó unos 47 millones de dólares, sentó las bases del género slasher —películas de asesinos— y cambió la forma de hacer películas de terror durante la próxima década.

Mucho se puede decir para explicar el éxito de la Halloween original: la belleza de su simpleza, el famoso plano POV del principio, la inolvidable banda sonora compuesta por Carpenter, ese manejo del suspenso y la tensión casi Hitchcockiano, la invención de ciertos elementos que se volverían indispensables para el género (“el asesino siempre se levanta”), convertir a la debutante Jamie Lee Curtis en la scream queen definitiva.

La historia no es nada rebuscada (y eso es gran parte de su encanto): en la noche de Halloween de 1963 el joven Michael Myers asesina a su hermana a puñaladas y es encerrado en una institución psiquiátrica. 15 años después el psicópata escapa y comienza a acechar a Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y sus amigos.

Con el éxito llegaron las secuelas. Desde una Halloween II (1981) que intentó continuar con la historia de la original, Halloween III: Season of the Witch (1982) una suerte de spin off espantoso con pretensiones de iniciar una antología, la cuarta quinta y sexta parte que trajeron a Michael Myers de la muerte e intentaron dar una explicación falopa y sobrenatural sobre por que no puede quedarse muerto, Halloween H20: 20 Years Later (1998) una séptima entrega bastante digna que recupera al personaje de Laurie Strode y hace un retcon con las 3 películas anteriores y Halloween: Resurrection (2002) una bazofia absoluta que mató a la franquicia. Años después el director Rob Zombie reimaginó el origen de Michael Myers en el reboot Halloween (2007) y Halloween II (2009), buscando crear algo radicalmente diferente.

¿Cuál es el saldo de esta franquicia? Una obra maestra, varias películas malas, un par de secuelas dignas y dos reboots flojos de papeles. ¿Qué sería lo más sensato a la hora de seguir adelante? Barrer toda la porquería bajo la alfombra y volver a la original.

Pasaron 40 años desde aquella fatídica noche en la que Michael Myers (Nick Castle y James Jude Courtney) escapó del psiquiátrico y regresó a aterrorizar su pueblo natal Haddonfield, Illinois. Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) fue la única sobreviviente de ese encuentro que la marcó para siempre. Pasó 40 años reviviendo los horrores de esa noche, preparándose para el regreso de Myers con un solo objetivo en mente: matarlo de una vez y para siempre.

Su trauma la llevó al extremo de entrenar a su hija Karen (Judy Greer) durante años para una confrontación que nunca llegó, arruinando su relación con ella y alejando a su nieta Ally (Andi Matichak). Pero cuando el asesino escape después de un nuevo traslado, Laurie deberá sobreponerse a su paranoia para enfrentar al psicópata que la aterrorizó en su juventud antes de que ataque a su familia.

Halloween (2018) es una película hecha con mucho amor y respeto por la Halloween original pero que no se queda simplemente en el homenaje y la referencia para satisfacer a los fans. La película de David Gordon Green (Pinneaple Express, Stronger) toma las mejores enseñanzas del film de Carpenter y las utiliza para revitalizar la franquicia en una nueva dirección más audaz y apegada a sus raíces.

Después de una escena introductoria la película presenta una secuencia de títulos calcados a los de la película original (con el regreso de la icónica melodía de compuesta por Carpenter, acompañado en este caso por su hijo Cody) pero ahora vemos una lámpara de calabaza aplastada y destrozada que lentamente va recomponiéndose. Eso es la perfecta analogía para definir esta película.

Quien comanda el film y se apropia de cada escena es la inoxidable Jamie Lee Curtis, que encarna a una endurecida y parca Laurie Strode al estilo de Sarah Connor en Terminator 2. Una mujer que sobrevivió a una experiencia terriblemente violenta y decide prepararse para no volver a ser una víctima indefensa. Curtis brinda una actuación magnética, de lo mejor de su carrera.

Para los aficionados que busquen terror y emociones fuertes, las hay a montones. Halloween presenta muchas muertes, algunas de ellas particularmente oscuras y siniestras sin caer en el gore desenfrenado. Varias ejecutadas con un excelente in crescendo de la tensión (la escena del baño) y otras reflejando las muertes de la película original (están todas las referencias). La película también presenta un lindo juego de inversión de roles en momentos clave, así que los fans de la original van a disfrutarla particularmente.

Lo más interesante que se puede decir de esta nueva entrega es que permite una segunda lectura. Jamie Lee Curtis definió a Halloween (2018) como una película sobre el trauma. En entrevistas declaró que “el trauma es el efecto residual de la violencia. Es generacional. Se pasa si no se resuelve y en el mundo estamos teniendo una conversación que ha sido silenciada durante mucho tiempo. Se han resaltado los efectos profundos y duraderos que el trauma ha tenido en los sobrevivientes de abuso y violencia”.

Y la actriz lleva a la scream queen, la niñera indefensa, a convertirse en una sobreviviente que lucha y no solo por un instinto primario de supervivencia, sino para plantarse de cara al mal y enfrentarlo de igual a igual. No hay nada es más aterrador para un depredador que una presa arrinconada que se convierte en cazadora.