Hacerme feriante

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Todo por 2 pesos

La Salada es el mercado de lo trucho más famoso de Argentina. En el predio ubicado en Lomas de Zamora se pueden encontrar desde DVDs de películas clonadas o grabadas del cine hasta ropa de las más diversas y extravagantes marcas nacionales e importadas, claro está, falsificada. Hacerme feriante (2010) se introduce en este submundo, compuesto de objetos y personas, para ofrecernos un tour por su “flora” y su “fauna”.

Julián D’Angiolillo bosqueja con una cámara y el recurso de la observación una de las ferias más conocidas por la venta de productos adulterados. El anclaje del film no está puesto en la feria en sí misma sino en los feriantes y las autoridades gubernamentales, reflejando un entramado complejo en donde todos son víctimas y victimarios.

Dos visiones contrapuestas son las que nos ofrece Hacerme feriante. La primera muestra como se realiza la falsificación de los productos, desde ropa de marca hasta DVDs y CDs, mientras que en la segunda se articula toda la organización que hay por detrás de la feria para que opere como tal. Un sistema regente organizado de manera impecable que se asemeja al de una mega empresa.

Uno de los logros de esta ópera prima es la de no utilizar una voz narradora ni la típica entrevista frente a cámara. Para resolverlo, el joven realizador, utiliza el formato coral entrelazando las historias que sólo observa. El único protagonista será el “ojo” de la cámara que actúa delineando las diferentes posturas, tanto en un sector como en el de su opuesto. Sin tomar posición ni juzgar, será el espectador quien dicte el veredicto final.

Hay un mundo de productos iguales pero la vez diferentes en La Salada. Un mundo que Julián D’Angiolillo nos muestra a través de una cámara voyeur que desentrama su funcionamiento. Modus operandi que hace que ese pequeño pedazo de tierra tome un valor de tal magnitud que rompa con los límites que separan lo legal de la ilegalidad.