Hacer la vida

Crítica de María Bertoni - Espectadores

A prori resulta atractiva una película donde Luisa Kuliok y la Señorita Bimbo interpretan a una madre tirana y a una hija que amenaza con emanciparse. El duelo actoral entre dos referentes del entretenimiento argentino –la primera, de telenovelas osadas; la segunda, del stand up feminista– parece conformar la mayor promesa de Hacer la vida, ficción coral donde Victoria Carreras, Raquel Ameri y Luciana Barrirero también encarnan roles (co)protagónicos.

Gran parte del film escrito y dirigido por Alejandra Marino transcurre en la pensión extemporánea que administra –y donde también vive con su hija y nieto– el personaje a cargo de Kuliok. La vivienda comunitaria evita las dificultades que los largometrajes multitrama suelen presentar cuando transcurren en exteriores. Las habrán experimentado Robert Altman cuando produjo Vidas cruzadas y Prêt-à-porter y Alejandro González Iñárritu con Amores perros, 21 gramos y Babel.

El escenario acotado tiene su contra: impone una estética, un ritmo e incluso actuaciones (tele)teatrales. En este marco aparecen muy subrayadas las intenciones narrativas de Marino: cruzar a personajes –en su mayoría mujeres– que lidian con un presente frustrante, y reivindicar la vinculación con un par o semejante como factor determinante de superación.

Los 103 minutos de duración aumentan esta sensación de redundancia y previsibilidad que también le juega en contra al elenco, en especial a Bimbo. Antes que ella y Kuliok, se lucen la mencionada Ameri (en la piel de una inmigrante ucraniana), Joaquín Ferrucci y el siempre versátil Darío Levy.

Por su características teleteatrales, Hacer la vida convive sin problemas con la modalidad de exhibición por TV e Internet. Además de sentarles bien a la fotografía de Marina Russo y a la escenografía de Lucía Onofri, la pantalla chica auspicia –para algunos espectadores nostálgicos– un reencuentro enternecedor, no sólo con Kuliok, sino también con Carreras.