Hacer la vida

Crítica de Florencia Fico - Cine Argentino Hoy

Una película que halla un ecosistema dentro de cuatro paredes. Crítica Hacer la vida.

El filme argentino “Hacer la vida” recupera en pequeñas locaciones grandes historias donde la directora y guionista Alejandra Marino descubre secciones narrativas que convergen en la salida del cascarón con personajes o situaciones complicadas. Por. Florencia Fico.

El argumento de la cinta se sitúa en un conventillo viejo de Buenos Aires en el cual se entrelazan relatos que permanecen ocultos. Lucy (Bimbo Godoy) tiene ganas de escapar de su mamá Elisa (Luisa Kuliok) y guarda en secreto quien es el papá de su hijo. La Rusa (Raquel Ameri) y Mercedes ( Florencia Salas) anhelan un espacio en el país aunque Lorenzo(Pablo Razuk) se ve conquistado por la Rusa. La bailarina Gaby (Luciana Barrirero) ansía ser Odette y Mariano(Joaquín Ferrucci) ser ella en silencio. Mónica(Victoria Carreras) sueña con la maternidad pero ya cuenta con Sergio su marido( Darío Levy) y su dogo Aquiles. Las experiencias de este grupo de individuos se chocarán y ninguno conservará la forma que sostenían luego de ingresar a las vías de sus propios gustos.

La dirección y el guión de Alejandra Marino hace palpitar un filme donde el “deseo” es un concepto con múltiples capas en los diferentes personajes ya sea la búsqueda de identidad de género o una clara posición con perspectiva crítica del modelo binario(hombre o mujer). La maternidad enquistada y accidental hasta renegada. Las idealizaciones de las carreras y la realidad laboral. Los encuentros versus los desencuentros. La vida sin destino y la muerte planificada.

También los prejuicios en la búsqueda laboral y los cánones de belleza a mujeres mayores como Lucy que se ven reducidas a la prostitución. La falta de integración con extranjeros.La extorsión a los sectores más necesitados haciendo hincapié en los adolescentes mediante beneficios económicos. El amor frente a la perversión u acoso. Marino encuentra la susceptibilidad con diálogos costumbristas, amargos y humorísticos con la firmeza para que sus protagonistas pongan en acción emociones vibrantes. Marino se atreve a tanto que en éste filme que incluye el lenguaje inclusivo un sello de su compromiso social y las libertades individuales.

La música de Pablo Sala le da un señalador a cada escena bajo la cumbia a los adolescentes Mercedes y su novio, a la pareja de Gaby y Mariano la obra del compositor ruso Piotr Ilich Chaikovski como El cisne negro que evidencia el descubrimiento de alguno de ellos de otra forma como lo narra la historia original del ballet, el carpintero Gonzalo con melodías de tango melancólico, Lucy bajo temas más rockeros, Elisa con géneros espirituales y Raquel con ritmos folclóricos.

La fotografía de Mariana Russo se caracteriza por planos cerrados y primeros planos que dan lugar a apreciar los estados anímicos de los personajes. Una iluminación natural, opaca o neutra casi almibarada. También juega con figura y fondo para dar la sensación de poner atención a los discursos.

En torno al reparto las actrices: Victoria Carreras como Mónica(una ex artista) se desempeñó espléndidamente con una amplia gama variables brindando tomas que derraman amabilidad, locura y hostilidad. En torno a Lucy encarnada por la artista Bimbo Godoy transita por la comicidad como una maestra en su métie. La celébre actríz Luisa Kuliok interpretó a la madre de Lucy con lúcidas escenas con arrebatos emocionales.

Es relevante contar las revelaciones actorales donde hallarán a Florencia Salas en la piel de Mercedes con una impronta intensa y la bailarina Luciana Barrirero quien debuta como intérprete aplicando su trayectoria en danza clasica y la soltura recreativa que le propone su nueva faceta teatral. Y Raquel Amieri como La Rusa con un temperamento particular y dureza expone su vivencia áspera.

En cuanto a los actores Pablo Razuk desprende un personaje como lo es Gonzalo (zapatero) misterioso e inquietante que rompe con la tranquilidad del edificio. Asimismo Joaquín Ferrucci en el papel de Mariano perfila un sujeto que se sale de su molde.

La película alcanza la madurez para conectar con temas complicados ya sea en la esfera pública o privada. Transmite dentro de un conventillo una versión metafórica que ensambla a los vecinos y los enfrenta con debates introspectivos. La huella de la conducción de Alejandra Marino teje cada hilo con la excusa de seguir interpelando a la sociedad sobre la maternidad como lo hizo en El sexo de las madres. y en éste caso con relatos corales haciendo visibles lo que arde en sus vidas.

Puntaje:70