Hablemos de amor

Crítica de María Bertoni - Espectadores

En nuestra cartelera comercial desembarcará como Hablemos de amor, pero es Tenemos que hablar el título original de la comedia dramática que el italiano Sergio Rubini filmó en 2015. La mención de la perífrasis que ningún enamorado quiere escuchar en boca de su media naranja (o naranja entera corregirán algunos) adelanta la intención de abordar una crisis de pareja en plena ebullición. Por otra parte, el Dobbiamo parlare y el Hablemos anuncian la necesidad imperiosa de verbalizar: atención, este otro anticipo debería encender una señal de alarma –bien roja– en los amantes del cine lacónico.

El crescendo y las consecuencias de esa verba ¿amorosa o escondedora? constituyen el tema central del largometraje que el mismo realizador, y además co-protagonista, escribió con su esposa Carla Cavalluzzi y Diego de Silva. Por si una sola pareja ofreciera poco material para este propósito, los guionistas se propusieron retratar a dos: una conformada por un cirujano y una dermatóloga, y la otra por un escritor en declive y una colega con ganas de abandonar su trabajo como ghost writer .

En nombre de la amistad con Vanni y Linda, los doctores Alfredo y Costanza se permiten recalar en casa de los autores para desahogar sus penas matrimoniales. El living del departamento romano se convierte en escenario central de una catarsis por momentos incontrolable, que además se revela contagiosa. Rubini recrea las distintas instancias de discusión un poco como Roman Polanski cuando filmó Un dios salvaje.

Una y otra película presentan una versión teatral. De hecho, aquélla protagonizada por Jodie Foster, John C. Reilly, Christoph Waltz, Kate Winslet es la adaptación de la obra Le dieu du carnage de la dramaturga francesa Yasmina Reza, y en Italia Hablemos de amor pasó por las tablas después de haberse proyectado en la pantalla grande.

Rubini, Cavalluzzi, De Silva toman distancia de la dupla Polanski-Reza cuando enmarcan el relato central –aquél atravesado por los duelos verbales de las parejas– con un pequeño relato que protagonizan los peces dibujados en la esquina inferior derecha del afiche del film. A partir de esta simpática ocurrencia narrativa, los guionistas italianos están en condiciones de atajar los pelotazos que los críticos suelen patear apenas detectan ese prototipo de cine que denominan, con tono despectivo, teatro filmado.

Algunos espectadores encontrarán que es más explícita la intencionalidad política de Hablemos de amor. Quizás Rubini, Cavalluzzi, De Silva se exceden un poco en la caracterización de los médicos conservadores y de los escritores progres, pero aún así resultan graciosas las chicanas que sugieren la existencia de una grieta alla italiana.

Fabrizio Bentivoglio, Maria Pia Calzone, Isabella Ragonese, el mismo Rubini responden con solvencia a las exigencias que les imponen un guion generoso en parlamentos verborrágicos y una puesta en escena claustrofóbica. Asimismo saben expresar los altibajos emocionales de sus personajes a través del timbre de voz y de la gestualidad.

La banda de sonido de Hablemos de amor está conformada por música original de Michele Fazio, por el hit Happy de Pharrell Williams (he aquí un guiño irónico sobre la in/felicidad) y tres piezas de Las bodas de Fígaro (el amor no es el único motor de las relaciones de pareja, advierte la célebre versión operística que Wolfgang Amadeus Mozart y Lorenzo da Ponte hicieron de la comedia de Beaumarchais). Acaso Rubini también debería haber incluido la canción Parole, parole que los italianos Mina Mazzini y Alberto Lupo cantaron primero en 1972, y que con el tiempo también entonaron los españoles Carmen Sevilla y Francisco Rabal, los franceses Dalida y Alain Delon e incluso el dúo argentino Pimpinela.