Hablemos de amor

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Bajá el tonito
Una comedia de estructura teatral, que transcurre dentro de un departamento entre dos parejas de amigos a los gritos.

Más de dos años después de su estreno en Italia, llega otro ejemplar de comedia europea con estructura teatral, al estilo de la también italiana Perfectos desconocidos o las francesas Nuestras mujeres y La cena de los tontos. Todo sucede en el interior de un departamento, entre cuatro personajes: la pareja dueña de casa y una pareja de amigos que cae de sorpresa en medio de una crisis matrimonial.

“Gritar es nuestra forma de expresión más auténtica”, dice uno de los personajes, y es una frase clave: la película debería llamarse Gritemos de amor. Como si el recurso de subrayar las palabras con un volumen estridente hiciera que los diálogos ganaran en gracia o profundidad. Y nada de eso ocurre: al contrario, la polución sonora vuelve todo insoportable.

Como suele ocurrir con estas comedias teatrales, aquí hay un trasfondo “profundo”, con la pretensión de reflexionar sobre las estructuras de poder que están en juego dentro de la pareja y la amistad, y también tocar de refilón otros, temas como qué significa ser progresista o conservador. Pero todo está tan forzado que casi nada de lo que se habla o grita puede conducirnos a otra conclusión más que el silencio es salud.