Hablemos de amor

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Claustrofobia emocional

Pasado el idilio inicial de cualquier pareja, cuando el enamoramiento está homologado a la novedad y las buenas intenciones, por lo general llega un período de ajuste en el que de a poco la personalidad de cada quien va saliendo a la luz a medida que las particularidades del trajín cotidiano (familia, trabajo, amistades, vecinos, hobbies, pasiones variopintas, etc.) van imponiendo su hegemonía, lo que en términos prácticos asimismo dispara una especie de “solución negociada” -y muy escalonada, por cierto- para que ambas partes saquen el mejor rédito posible de la relación… y para que ésta no interfiera demasiado con lo que ha sido la vida de cada uno hasta el momento de esta consolidación tácita de la pareja. Vale aclarar que el precedente es el modelo que domina hoy por hoy en el rubro, ya lejos de los vínculos sacros, machistas y “para toda la vida” de otras épocas bastante más oscurantistas.

De hecho, es el choque entre los dos arquetipos, el antiguo y el moderno, el que analiza Hablemos de Amor (Dobbiamo Parlare, 2015), una comedia dramática italiana con un fuerte dejo teatral desde su concepción y puesta en escena: toda la acción transcurre en un departamento de Roma y los protagonistas excluyentes son dos parejas compuestas por los veteranos Alfredo (Fabrizio Bentivoglio) y Costanza (Maria Pia Calzone) y los más jóvenes Vanni (Sergio Rubini) y Linda (Isabella Ragonese). La película relaciona a los primeros con una derecha ignorante y egocéntrica que se la pasa hablando de sus problemas sin que importe nada más en el mundo, y a los segundos con una izquierda que la va de progresista pero que sutilmente termina cayendo en el mismo juego de recriminaciones recíprocas y eternas de los anteriores, un esquema propio de los neuróticos adeptos a la confrontación.

La excusa que enciende la llama de la batalla a campo abierto es el descubrimiento de Costanza de que Alfredo, un reconocido médico, tiene una amante, circunstancia que la lleva a desahogarse en el departamento de sus amigos Linda y Vanni, una dupla que se dedica a la escritura pero cuyos libros aparecen bajo la autoría de Vanni solo y que -en el preciso momento en que arriba Costanza- estaba a punto de partir hacia una salida nocturna muy chic que incluye una exposición centrada en la obra de Jean-Michel Basquiat y luego una cena con el editor de los susodichos. Por supuesto que eventualmente también cae Alfredo en el inmueble y los misiles empiezan a volar hacia todas direcciones cuando la dialéctica bélica se extiende a la otra pareja al punto de que desaparece la fachada de estabilidad para dejar de manifiesto otra colección de “cuentas pendientes” bien coloridas.

De un modo similar a Un Dios Salvaje (Carnage, 2011) de Roman Polanski, aunque sin alcanzar nunca ese nivel de excelencia, Hablemos de Amor ofrece un pantallazo por las incompatibilidades y sueños frustrados que acarrean las relaciones de turno, sobre las cuales se asoman los fantasmas de los hijos, las infidelidades, los amores pasados, el ninguneo profesional, la apatía, el individualismo y en general el poco interés en mantener viva una convivencia y una dinámica erótica en las que pesan una multiplicidad de factores internos y externos. Rubini, además de interpretar a Vanni, escribe y dirige una propuesta amable que sin llegar a grandes actuaciones ni diálogos magistrales, por lo menos logra sacarle el jugo a la claustrofobia emocional del departamento y regala un par de verdades vinculadas al hecho de que los más delirantes y paranoicos pueden tener un lazo más duradero -aunque profundamente nocivo- que el de aquellos que esconden tanto o más egoísmo debajo de la corrección política de nuestros días, esa destilada de un verdadero sustrato visceral que lleve a un cambio o permita afrontar los problemas con franqueza…