Hablame de la lluvia

Crítica de Diego Lerer - Clarín

En el pueblo de Avignon, todos hablan...

Agnès Jaoui dirige y protagoniza esta historia familiar.

Tras lograr cierta fama como actriz y guionista, Agnès Jaoui apareció como una gran realizadora con la notable El gusto de los otros (2000), una película que lograba combinar drama y comedia para meterse, perceptivamente, a analizar algunos de los comportamientos de la sociedad francesa.

En Como una imagen, de 2004, esos tópicos volvían a aparecer de manera inteligente, pero ya con un grado mayor de misantropía y encierro en los modos y costumbres de la alta burguesía. Háblame de la lluvia, de 2008, continúa con esa tendencia, pero con resultados menos logrados. Jaoui sigue siendo una guionista con gran oído para diálogos y situaciones ingeniosas, pero parece haber perdido el rumbo (o repetido el rumbo) respecto a lo que quiere contar y cómo hacerlo.

Aquí, Jaoui se enreda con muchas historias dentro del clásico formato del cine francés de la reunión familiar en casa de campo. Sin la creatividad visual y el ingenio dramático de Arnaud Desplechin (en El primer día del resto de nuestras vidas) ni la sensibilidad de Olivier Assayas (en Las horas del verano), Háblame... no llega a ser más que la suma de sus tópicos: raciales, sexuales, familiares, románticos y religiosos. Y al final, cuando la directora afloja y el filme muestra sus verdaderas -y emocionales- cartas, ya no alcanza para redimirlo del todo.

La propia Jaoui encarna a Agathe, una escritora feminista y de personalidad bastante fría que quiere arrancar en la política y que viaja con su novio a la casa que su hermana tiene en Avignon. Allí, Michel, un cineasta en decadencia (el calvo Jean-Pierre Bacri, pareja de Jaoui en la vida real y coguionista de todos sus filmes) y Karim, un joven inmigrante que es el hijo de la mucama de la casa de su hermana (Jamel Debbouze, de Amèlie) le proponen hacer un documental sobre mujeres de éxito.

El cineasta, digamos, tiene un affaire con la hermana (casada) de Agathe mientras que su "camarógrafo/socio", también casado, está al borde de tener su propio romance con una compañera del hotel en el que trabaja. Además, Agathe y su novio están al borde de la ruptura. Y esto... para empezar.

Entre toques de comedia más o menos logrados centrados en la torpeza de los "documentalistas" para conseguir filmar una entrevista con Agathe (problemas de sonido, errores de grabación, distracciones varias), los dramas familiares y personales de todos ellos se van desarrollando: los problemas de pareja de todos, el racismo sutil y condescendiente ejercido por la familia de Agathe con Karim y su madre, la relación entre "la gente y los políticos", cuestiones de poder en las parejas. Demasiadas tramas y demasiados temas que no terminan de dejar que la película fluya cómodamente.

De a poco, el filme irá abandonando esa especie de repaso de tópicos claves de la burguesía francesa para ir adentrándose en los sentimientos cruzados de la media docena de protagonistas. Allí la película se tornará más personal y los personajes dejarán de ser "ejes temáticos" para ganar en profundidad e individualidad. Y eso hará que la película se sostenga y vaya creciendo de a poco, más allá de la decepción que genera saber que Jaoui -que ahora también es cantante- no haya logrado mantener la promesa de su extraordinaria opera prima como directora.