Habi, la extranjera

Crítica de Paula De Giacomi - La mirada indiscreta

Espejismos

Una chica de veinte años (que hasta el final de la película no sabemos su nombre) viene del interior del país por un día a trabajar repartiendo artesanías, pero un error, y luego una decisión, harán que se quede en Buenos Aires durante más tiempo y que termine explorando un mundo completamente ajeno al de ella, el mundo musulmán. No sólo Buenos Aires le es extraña, enorme y ruidosa, sino que dentro de ese entorno descubre otro: el de una pequeña mezquita, con mujeres hablando árabe, comidas típicas y pañuelos coloridos sobre sus cabezas. Y ella decide zambullirse en ese universo. Busca una pensión por la zona, aprende algo del idioma, busca un trabajo y se relaciona con la gente de esa comunidad, pero desde un lugar diferente, con un nombre que no le pertenece (Habi) y una identidad falsa.

Hay una pregunta que recorre toda la película: “¿quién sos?” a la cual la protagonista responde “soy lo que ves” y lo que vemos es una adolescente tratando de buscar su espacio, separándose de su ámbito, necesitando matar (en el sentido más simbólico de la palabra) a su madre, para poder encontrar su propio camino. Una road movie sin movimiento, un viaje hasta el Líbano pero dentro de la habitación de una pensión.

Una serie de personajes la acompañan: un chico llamado Hassán, una nueva amiga musulmana, una vecina extranjera con un novio violento y varios personajes secundarios que tienen un peso importante en el encadenamiento de situaciones que suceden en la vida de esta chica. Y la nombro como “ella” porque creo que no es ni Habi ni Analía todavía, está en plena formación y en plena crisis y el juego de ser otra persona la va a ir delineando.

La película tiene momentos sutiles y sublimes, encuadres que hablan por sí solos, como por ejemplo ella fuera de foco con su túnica, detrás de una reja: ella tapada, encerrada en un cuerpo al cual todavía no parece sentir como propio. Mucho no sabemos acerca de su pasado ni de su familia, sólo que en la provincia la espera su madre para que trabaje con ella en una peluquería, y que le encargaron comprar unas tijeras, esas mismas tijeras que en vez de usarlas para su nuevo oficio van a hacer que “corte” con todo lo que se espera de ella.

Muchas preguntas aparecen en mi cabeza (y eso que ya no tengo veinte años como la protagonista de la película): ¿quiénes somos? ¿qué nos define? ¿somos lo que ven los demás en nosotros? ¿somos realmente lo que queremos ser? Parece que la adolescencia es el momento para hacerse éstas preguntas, y a la vez para elegir nuestro destino, decidir nuestra profesión, nuestro oficio, justo cuando no tenemos ni la más mínima idea dónde estamos parados. Que ambigüedad ¿no? Eso le pasa a Analía, o a Habi, no tiene noción hacia dónde caminar pero sigue, porque hay en ella un ansia de saber, de buscar, de aprender.

Lo que busca es hablar de un “lugar”, de algo con lo cual identificarnos porque de eso estamos hechos, de identificaciones ajenas, lo que ven los demás en nosotros, lo que esperan, la educación con la que cargamos y la cultura en la que nos tocó vivir, y en base a eso elegimos qué escuchar, qué mirar, qué leer, qué usar y hasta qué detestar… Pareciera que la protagonista para llegar a ese lugar necesitó transitar otros, tan diferentes y opuestos al suyo, pero que la hicieron mirarse al espejo por primera vez. Ella necesitará encontrar un equilibrio, volver a su origen para cortar usando esas “tijeras” las raíces que hoy la atan y que antes la sostenían y la tranquilizaban.

Analía (porque al final nos revela su verdadero nombre y hay rasgos que la van definiendo como tal) guarda en su mochila el mapa de esa tierra lejana, su túnica, sus artesanías, y en vez de cargarla sobre sus hombros, la deja. Se va más despojada que cuando vino, y más colmada que nunca. Y relata la película que las escrituras islámicas nos dicen que hay que vivir como un “extranjero”, pasar por este mundo como si no perteneciéramos a él, como si estuviéramos de viaje, y llevarnos solamente lo mínimo indispensable para subsistir y para poder seguir de largo… Analía no se lleva nada y a la vez, se lleva todo.